Bueno, a pesar de los intentos de boicot para
que mi aparición llegara a esta página (la contraseña fue cambiada horas antes
de mi intento de publicación), aquí están, todas de una, mis cinco aportaciones
al blog.
La razón para que haya decidido ponerlo junto es que he intentado hilvanarlo todo de manera que pudiera ser considerado
un mismo gran trabajo sobre cinco lecturas y cómo éstas podrían ser tratadas o
ayudarnos en el aula.
Empiezo…
Campos de Fresas
Siendo un libro del
que se ha tratado bastante en clase y que, parece ser, mucha gente hemos
escogido para su lectura, yo me quiero centrar en un punto que a mi ver es
importante más que en la simple reseña del argumento… ¿Por qué elegir este
libro para nuestros alumnos?
La respuesta debería
de ser obvia ya que nos encontramos ante un libro de carácter juvenil y
adolescente escrito de una muy buena manera y siendo considerado “literatura”
más allá de algunos libros que frecuentan nuestros “alumnos” actuales…
Pero no, quiero ir más
lejos. Actualmente existen multitud de libros de literatura infantil y juvenil.
Casi diría que sale más de uno diariamente sólo en nuestro país y “Campos de
Fresas” fue editado por primera vez en el 1997, hace ya más de 15 años…
Entonces ¿por qué
éste?
La respuesta la
tenemos que buscar en el tema central que rodea al libro, que no es otro que el
de las drogas.
Nuestros alumnos viven
en un mundo demasiado moderno al que algunos casi no se llegan a afianzar bien
a todo lo que les sucede alrededor porque lo descubren a edades muy tempranas y
sabemos que los padres no siempre están pendientes de los problemas de sus
hijos bien por desinterés o, mayormente, porque sus propios hijos se los
ocultan.
Entonces ahí entra el
papel del educador en el aula. Nosotros tenemos como objetivo fundamental que
nuestros alumnos lean, pero tampoco podemos olvidar el hecho de que debemos
educarles como buenas personas para la sociedad, con lo que este libro podría
cumplir esa doble función.
Jordi Sierra i Fabra,
el autor, trata el tema de la droga desde una perspectiva que a los
adolescentes se les suele contar para asustar y que ellos piensan que nunca les
sucederá: Ese “fallo” de la droga, ese “minúsculo” porcentaje de gente que consume
que tiene un problema en el organismo y que acaba en el hospital pudiendo
llegar incluso a morir.
Así nos sumerge en lo
que sucede por las cabezas de los adolescentes, (amiga, amigos, novio, hermana
pequeña…), e incluso de la pobre afectada que está en coma en el hospital. Esta
es una manera bastante efectiva de, utilizando un lenguaje bastante juvenil que
de momento no está tan pasado de moda, meter a los alumnos en el papel del
personaje con el que más simpaticen y, con esto, concienciarles siempre más que
con una de las típicas charlas anti-drogas programadas que algunas veces se
tienen en las aulas.
Después está nuestra
tarea en el aula para reforzar este mensaje mediante actividades que les hagan
ver lo peligroso de las drogas para poder, de esta manera, concienciarles y
evitar que consuman algo que no les va a traer ningún bien.
Aparte, Jordi Sierra i
Fabra toca de lado el tema de la bulimia. A mi ver, el autor no encontraba
material para escribir toda una novela sobre el tema en el momento y le faltaba
algo más de “chicha” para “Campos de Fresas”, porque me parece un “pegote” sin
mayor argumento que el decir que la chica está mal y que, al escuchar que su
amiga está en coma, se empieza a encontrar mejor porque lo hace “por ella”.
¿Que se puede utilizar
en el aula? Claro, no debemos dejar pasar la oportunidad de concienciar a
nuestros alumnos sobre un problema que les puede afectar a alguno de ellos o de
sus conocidos para que sepan cómo enfrentarse a él, cómo reaccionar y cómo
tratarlo, pero no lo considero de una vital importancia para el libro.
Yendo un poco a cosas
que se nota demasiado que están puestas “por obligación”, nos podemos fijar en
las voces adultas del libro… No quiero decir que al autor se le dé mal escribir
con voz de adulto, sino que en este caso, a mí me ha parecido demasiado claro
que quería “informar” sobre datos en muchas ocasiones o simplemente utilizar al
adulto como “empujón” para que los jóvenes reaccionaran como lo hacen.
Así y todo, considero
que el libro es más que adecuado para su trabajo en el aula por la innegable
oportunidad que nos da de tratar el tema de las drogas desde un punto de vista
casi fatalista (pedir un final “no-feliz” casi habría sido depresivo para
nuestros alumnos, pero…). Por esto, y por el hecho de que, pese a los cambios
que ha sufrido la sociedad desde 1997, el libro sigue vigente con los míseros
cambios de pesetas por euros o la no-aparición de smartphones, yo lo
recomendaría activamente al profesor que quiera abrir este tipo de debates en
su aula.
Años difíciles
En este caso me
referiré a “Años difíciles” de Juan Farias y hablaré del tema de la guerra para
con los niños.
En primer lugar
querría dejar claro que, una vez leído el libro, lo catalogaría más de
“literatura infantil” y no juvenil, porque, si bien yo a mi edad me lo he
podido leer y disfrutar tanto como el autor querría, está escrito de cierta
manera que recuerda en todo momento a los libros para los más pequeños, por lo
que nuestros alumnos de bachiller (e incluso tercero y cuarto de la E.S.O.)
podrían sentirse “ofendidos” y dejar de leer un libro tan pequeño y tan
sencillo como éste.
El primer factor que
encontramos para catalogar de esta manera al libro es que el lugar donde
transcurre la obra es completamente inventado: “Media Tarde”.
Sí, estoy
completamente de acuerdo en que los alumnos leen/escuchan/ven muchísimas
historias sobre lugares inventados y lo hacen con bastante avidez, pero se
trata de “grandes lugares inventados”. Un pueblo de un país de nosesabe con un nombre tan sencillo como
“Media Tarde” no puede rivalizar de ninguna manera en sus mentes con la
fastuosidad de la Tierra Media repleta de magia de Tolkien, con la Narnia
maravillosa a la que se accede mediante un armario, a la Fantasía de la
Historia Interminable de Ende o a muchas más por el estilo.
El siguiente argumento
que esgrimo para esta afirmación es la misma técnica con la que está escrita el
libro. Para empezar el protagonista que rememora la historia es un niño
pequeño, Juan de Luna, que no entiende casi nada y por eso se le tiene que
explicar todo, lo que nos vendría muy bien para nuestros alumnos más pequeños…
Y después el libro
está escrito, sí, pero casi debiera ser leído a los más niños como una
historieta. Tiene características de la literatura oral popular posible que me
pueda acordar ahora como el hecho de repetir hasta la saciedad los sujetos una
y otra vez e incluso alguna que otra frase como si hablara con el mismo lector
o con un auditorio.
Por esto digo
firmemente que, de elegir este libro para nuestras clases, debiera ser para las
de los más jóvenes para evitar el rechazo que podrían experimentar los más
mayores, pero afirmo que me parece una muy buena lectura para los más “peques”.
¿Por qué? El tema que
trata, la guerra, se puede ir tratando en clase de la manera más didáctica
posible para que vayan entendiendo, de la mano de Juan de Luna, los sinsabores
de las guerras que, desgraciadamente, siempre son tema de actualidad.
Además, otro rasgo que
nos hace pensar que está escrito para los más jóvenes y que nos ayuda a
introducir sin censuras el libro en la clase es el hecho de que la guerra en
ningún momento “asola” el pueblo. Siempre dice y repite que la guerra nunca
llegó a Media Tarde más que de lado, yendo a reclutar a toda la juventud capaz
u hombres mayores todavía no ancianos.
Este factor es el que
utiliza el autor para introducir la desgracia en la familia del protagonista
mediante la escapada de su padre con otros tantos del pueblo al monte por
negarse a marchar al frente. De aquí saldrá un tiempo de rebeldía y el
inevitable momento en el que los descubren y los ejecutan en el mismo monte por
un oficial que “tiene prisa” por acabar lo que tiene que hacer.
Pero, así y todo, el
autor no lo trata de una manera trágica y desgraciada que pudiera llegar
incluso a hacer llorar a algún pequeño lector (creo yo, siempre hay gente más
sensible) sino que lo comenta como algo que ya pasó, que ya está completamente
superado por el pequeño protagonista porque cuenta la historia de mayor y que
no repercute más que en la pena y llantos de su madre que, al momento de contar
la historia, está refiriéndole las gestas del abuelo a los hijos del
protagonista.
Es por esto que creo
que es una buena lectura para un aula de primero o incluso segundo de la
E.S.O., ya que los iniciaría un poco en la parte de la guerra que no suele
salir en las películas de acción.
Memorias de una vaca
El caso de “Memorias
de una Vaca” es parecido al anterior reseñado por mí de “Años difíciles”, pero
ya con una vista más centrada en el alumno de mayor edad, al contrario que
antes.
El caso, siendo
también fantástico pues quien escribe las memorias es una vaca que,
inexplicablemente pues no se dice nada al respecto en toda la obra, pueda
hablar en la lengua humana. ¡O Sor Pauline Bernadette habla como las vacas!
Bien pudiera ser esto último, aunque no creo que la monja le diera tiempo de
aprender el “idioma vaca” y, encima, mezclarlo con el francés como lo hace en
su propio idioma particular…
Y así nos adentramos
en los primeros años de vida de una vaca que ha vivido el tiempo de la
postguerra civil española en la zona vasca.
De nuevo, como sucedía
en “Años Difíciles”, el autor evita tratar el aspecto más sangriento de la
guerra, lo que nos evitará tratar esos aspectos en el aula, sabiendo que eso ya
lo pueden ver de sobra los alumnos en las películas y series de televisión. Sin
embargo, se aprovecha de la supuesta “tontedad” de las vacas (repetida hasta la
saciedad por La Vache Qui Rit) para
ir haciendo un pequeño juego constante de creación de expectativas e hipótesis
con el lector que nosotros podemos aprovechar para hacer una lectura por
tiempos en el aula.
De nuevo, como en
“Años difíciles” se trata de un grupo de rebeldes escondidos en el bosque,
aunque en este caso se trata de una guerrilla organizada y que tiene, mediante
la granja donde pertenece Mo, nuestra protagonista, un complicado sistema de
abastecimiento para que los contrarios no se enteren.
Al final eso se acaba
y el autor habla de la pequeña aventura de nuestra vaca con su compañera hasta
que ella se separa y la abandona. De esta segunda parte del libro podemos
extraer una lectura sobre las fiestas populares que usan vaquillas para
concienciar a los alumnos de que los animales no se divierten nada con la
supuesta “fiesta” y que son unas barbaridades.
Finalmente, da el
autor un pequeño toque de esperanza para las historias que nunca acaben y un
consejo de escritura mediante el…
-
“… ¿Y qué
hay que hacer para escribir très bien?
-
¡Cualquiera
sabe!
-
¡Corregir,
Mo! ¡Pulir, Mo! ¡Retocar, Mo!”
Y con esto acaba el
autor, mediante la vaca quien usa por última vez en el texto uno de sus
refranes vacunos inventados. Y quisiera aprovechar este apunte para compararlo
con la obra comentada por mí de Jordi Sierra y Fabra, “Campos de Fresas” en la
que comentaba que no le había visto fino a la hora de colocar la voz adulta en
su libro. Sin embargo, aquí, no sólo el autor ha conseguido convencerme con sus
diálogos (excepto el de Gafas Verdes
que se limita a decir “Karral” y transmite la información que quiere el autor
mediante las traducciones de La Vache)
que, si una vaca hablara, lo haría de esta manera que refleja en la obra.
Sí, igual con esto le
estoy echando un poco de fantasía y algo de subjetividad al comentario, porque
alguien podría pensar lo contrario pero, lo que no sería capaz nadie de
replicar es que Mo realmente tiene “hablares” de vieja con su retahíla de
refranes y demás desvaríos.
Caperucita en Manhattan
En esta ocasión no voy
a hablar de un tema central del libro sobre el que podamos trabajar en clase,
sino del libro en sí y del cuento del que se extrae ya que considero que la
antigua finalidad de avisar a las jovencitas de los peligros de los que las
querían utilizar para el sexo (no olvidemos el cargado carácter sexual que
tenía el lobo en la obra de Perrault y la moraleja que cierra la historia) se
ha perdido.
La obra ante la que
nos enfrentamos es toda una remodelación-actualización en toda regla del cuento
antiguo (de Perrault, no de la versión de los hermanos Grimm, pues se ha
eliminado la figura del Leñador que las rescata porque aquí no hace falta).
Martín Gaite lo que ha
hecho ha sido dotar al cuento de una modernidad total al haberlo ambientado en
el distrito de Manhattan y que los únicos bosques que salen sean los parques
que en el mismo hay, metamorfosear al lobo en viejo millonario “tocado por la
luz” de un personaje central en la historia que la autora se saca de la manga.
Y que nadie se piense
que al decir la expresión “sacar de la manga” estoy minusvalorando a la figura
de Miss Lunatic, pues considero que es importantísima para la obra que Martín
Gaite ha escrito. Es ella quien introduce en la pequeña Sara Adler (ahora
hablaremos del nombre de la pequeña protagonista) todas esas ideas y
posibilidades mágicas de evadirse de la realidad que hacen que Sara no se
enfrente a la escena que encuentra en casa de su abuela y salga a buscar ese
reino “mágico” que para ella es la Estatua de la Libertad.
Si nos ponemos a mirar
uno a uno los “temitas” que se pueden ver en el libro podríamos llegar a
criticar que Sara, de apenas diez años, sale sin autorización sola por la
terrible Manhattan, que se pasea por algunos de los parques más peligrosos de
noche, que se escapa del adulto que la
cuida, que finalmente parece que incluso abandona el domicilio familiar en pos
de una nueva vida con Miss Lunatic siguiendo sus ansias de aventura…
Así que yo no optaría
por esa opción, claramente.
Podríamos referirnos
en la clase al tema de la modernización de los viejos cuentos porque eso les
daría pie a conocer los viejos para poder mejorarlos a su manera y que
experimentasen un pequeño episodio escritor. Tal vez así les daríamos un
pequeño empujoncito que después les ayudara a seguir haciéndolo, ¿Quién sabe?
Pero ahora, como final
de este comentario, para enlazar con el siguiente, quiero hablar un poco del
intertexto.
Es sabido por todos,
la misma autora nos pone de relieve esos datos mencionándolo por boca de la
misma Sara que se ha leído la obra, los parecidos de nombres que tenemos entre
esta obra y la caperucita del cuento de Perrault. Esos son obvios, sí.
Pero además, la
pequeña utiliza mucho las obras de Alicia
en el País de las Maravillas y Robinson Crusoe para hablar de sus
problemas o con Miss Lunatic… De nuevo, estas referencias quedan claramente
detalladas en el libro mediante preguntas y comentarios que los personajes se
hacen en la novela, pero…
¿Alguien se ha fijado
en el apellido de la pequeña protagonista?
Adler. Su nombre es
Sara pero su apellido, pudiendo haber elegido el archi-presente Smith que parece tanto le gusta a los
americanos, escoge ese…
¿A nadie le suena
todavía?
Daré otra pista. No
sólo la abuela, sino también Miss Lunatic, Mister Woolf e incluso el cochero de
éste, mencionan que es una niña muy inteligente, de las que más han visto en su
vida…
Muy bien, acabo la
adivinanza para quien hay ido creando expectativas.
Yo la he relacionado
claramente con Irene Adler, el personaje de Sir Arthur Conan Doyle en las
novelas de Sherlock Holmes. (“Escándalo en Bohemia” para quien no lo conozca y
quiera darle una oportunidad). Las semejanzas son claras a mi ver, ¿Sí? ¿No?
Podrá hablar de ello
quien posea ese tipo de intertexto o
algún otro que le haga pensar que el personaje puede estar inspirado en otro
distinto…
Días de Reyes Magos
Y de ahí pasamos al
tema del intertexto que todo lector tiene (mayor o menor hasta casi su
no-existencia, pero todos tenemos uno).
Y considero que la
obra que ahora presento es una de las mejores para tratar de motivar a nuestros
alumnos a que aumenten cada uno el suyo respectivo.
Días de Reyes Magos
(la sigo recomendando a aquellos profanos que todavía no se la hayan leído) es
todo un tratado de grandes obras que se van entremezclando de manera que, si
uno no poseyera ese intertexto que es necesario (se mencionan los títulos a lo
largo de todo el libro) no le podría sacar todo el jugo que la obra puede dar
de sí.
Hay algunas cosas explicadas,
está claro, el autor tampoco quería ser tan enigmático ni oscuro como para que
sus lectores, mayoritariamente alumnos de bachillerato recomendaría yo, no
pudieran cazar ni una.
Pero, para empezar, el
protagonista se llama Uli y se
embarca sin saberlo en una “iniciación
libráica” a cargo de un ciego que le hace ser su “lazarillo” mientras él le recita “El Quijote” en dos bellos romances muy bien tratados y le hace que
le lea algunas de las obras más famosas de la literatura universal.
¿Notáis ya de lo que
os estaba hablando?
Este ciego le inicia
en los caminos más espectaculares de la literatura tanto española como
universal y lo hace de una manera en la que va fomentando la curiosidad del
chico de tal manera que es él mismo el que se inicia sin más que unas breves
indicaciones del maestro. El ciego oficia el cargo de Maestro de Ceremonias
como he dicho, pero toda la acción la realiza el chaval ayudado tanto por su
madre como por su amiguísima Cali, su maestra de literatura…
¿Y qué pueden aprender
los alumnos con todo esto? No sé cómo será el caso de todos y cada uno de los
alumnos, porque para gustos los colores, pero yo sentí unas ganas irresistibles
de leerme las obras que todavía me faltan de la lista (“La guerra de los
botones” de Pergaud, por ejemplo) para
poder entender mejor las comparaciones y situaciones que se cuentan a lo largo
del libro.
Y nosotros necesitamos que nuestros alumnos
lean. Queremos que lean y que, encima, si es posible, lean literatura de
calidad. ¿Qué mejor que este libro donde se tratan tantos y tantos libros
buenos aunque no sean todos de nuestra literatura? Una vez conseguido que,
mediante un simple libro de literatura juvenil (utilizo “simple” sin ánimo de
ofender a nadie) nuestros alumnos se embarquen en la lectura de La Odisea, Don
Quijote de la Mancha, La Guerra de los Botones, El Club de los Poetas Muertos,
La Divina Comedia… ¿Cómo no podremos conseguir que se lancen a por los libros
que nosotros queramos?
Además, podemos hacer en las clases una serie
de actividades para incentivar esa motivación por agrandar su intertexto y
poder entender todas las referencias del libro, lo que nos daría mucho juego.
Por ejemplo, sin ir más lejos que la última que he citado, La Divina Comedia
sale con una referencia que dice así:
“Como le dijo Virgilio a Dante, tú mira y
pasa”.
Nada más. Pero… ¿Quién es Virgilio? ¿Y Dante?
Si alguien sin el intertexto necesario pasa por encima de esa frase, pudiera
pensar que son dos amigos y que uno ha ido a la casa del otro a ver el fútbol,
no sé… Pero con el conocimiento sobre La Divina Comedia podemos empezar a
hacernos una idea de que va a haber algún tipo de misterio iniciático como al
que Virgilio somete a Dante al pasearlo por Infierno y Purgatorio.
Finalmente, para no extenderme más sobre la
inmensa capacidad que puede darnos este libro sobre unos alumnos de
bachillerato (un poco más pequeños también sería posible, pero no más para que
no se encuentren en la tesitura de no entender NADA, lo que los desilusionaría
y les crearía rechazo), diré que éste debería ser el libro “punto de partida”
para todo aquel que quiera motivar a sus alumnos en el tema de mejorar y
ampliar su intertexto.