lunes, 14 de enero de 2013

Campos de fresas de Jordi Sierra i Fabra. Mª Ángeles Gualde Orozco



Campos de fresas, de Jordi Sierra i Fabra.
Esta obra de Jordi Sierra i Fabra nos traslada a una situación que nunca queda desfasada: la realidad de la droga. Nuestra sociedad se fundamenta en los jóvenes, al igual que esta obra, cuyos protagonistas son una pandilla de amigos que inician esta historia con una salida de fiesta; al menos eso se nos da a entender al lector.
Los lectores quedan asombrados y enganchados tras leer las primeras líneas en las que se hace referencia al estado de Luciana: está en coma. Sus padres acuden rápidamente al Clínico después de recibir la llamada de teléfono. No llegan a entender por qué su hija ha tomado una pastilla en una discoteca. En este momento de la obra queda patente el calvario que sufren los padres cada vez que se acuestan y sus hijos no estaban en casa. El momento en que sus padres reciben la noticia del coma de su hija es muy impactante, es un instante en el que el lector siente una fuerza, un sentimiento de compasión hacia esos padres.
A partir de ese momento en que los padres ven en el pasillo del hospital a los amigos de Luciana: Cinta, Santi y Máximo, arranca la acción en la obra: Eloy, el novio de Luciana, acude al Clínico tras la llamada de sus amigos. Él y su culpabilidad por no haber salido esa noche serán el motor principal de la obra al querer traer a Luciana de vuelta. Así, cuando sabe que con una pastilla igual a la que Luciana tomó podrían saber la composición y revertir su coma, sale del hospital para ir en busca del camello. Eloy se había quedado estudiando en casa y no entiende por qué ella hizo lo que hizo y culpa también a sus amigos. Es esa una situación muy típica en los adolescentes: primero hacen las cosas sin pensar e imitan a sus semejantes sin alguna duda; pero después, cuando ven las consecuencias de lo que han hecho pueden ocurrir varias opciones: admiten su culpabilidad y se arrepienten de lo ocurrido, o piensan en ellos mismos e intentan olvidar el pasado. Respecto a lo primero, un ejemplo claro es el de Cinta; mientras que Máximo lo es del segundo caso.
Una de las cosas que más me ha gustado de esta obra es la capacidad de tener enganchado al lector y, quizás, lo logre con esos capítulos breves, con esa habilidad para mantener al mismo tiempo varias historias paralelas, pasando de una a otra con gran sigilo. También me parece muy interesante la realidad con que trata a los personajes porque aparecen tópicos como: la fiesta desbocada en los jóvenes; la complicidad entre las amigas Luciana, Loreto y Cinta; el enamoramiento de Norma por Eloy, el novio de su hermana mayor; el periodista que intenta ganarse la exclusiva del momento, sin pensar en ningún momento en los sentimientos de los familiares, todo por dinero y fama… Otros temas transversales que aparecen muy remarcados son: la presencia de la bulimia entre los más jóvenes y, sobre todo, en el sexo femenino; y las continuas peleas de algunos matrimonios, incluso delante de sus hijos.
En ciertos momentos de la novela, Luciana habla para sí misma, como si estuviera presente, pero en realidad se trata de un monólogo interior del que sólo tiene constancia el lector (además aparece en cursiva para que quede más patente la diferencia entre lo que ocurre en la realidad y lo que ocurre en la mente de Luciana).  Mediante este hecho, el autor intenta dar un soplo de esperanza a aquellos que tienen familiares en coma, les ofrece la posibilidad de pensar que esa persona escucha y ve todo lo que ellos dicen y todo lo que ellos hacen. Así, Luciana habla con su Norma, con Eloy e incluso con Loreto a la que había prometido ayudar con su enfermedad; y es gracias al impacto que siente Loreto al ver a su amiga Luciana en ese estado cuando ella entiende que tiene un problema, que está enferma y que necesita la ayuda de sus padres.
Hemos hablado de la historia principal que es la situación de Luciana, también hemos tratado los personajes más cercanos: sus padres, el médico, su novio, su hermana, sus amigos, Mariano Zapata (el periodista)… pero paralelamente, como hemos dicho, transcurre la historia referente a la investigación que sigue el Inspector Vicente Espinós buscando a Poli García, el camello. Todo este entramado ocurre en perfecta consonancia con la búsqueda de Eloy y con la paciencia de los padres de Luciana esperando que ésta despierte. Aparecen continuas alusiones al mundo de las drogas: los fabricantes de las drogas, los encargados de importarlas al país y, finalmente, los encargados de distribuirlas entre los “clientes”. Además, se presenta la vida que un camello como Poli García tiene: sin posesiones, cambiando continuamente de domicilio, sin familia ni nadie que le aprecie, mirando siempre atrás por si alguien espera un momento de debilidad… por eso, no es de extrañar el final que le espera cuando, tras todo un día de huir y de persecuciones, muere al dar su cabeza contra el asfalto.
Desde mi punto de vista, me parece una novela atemporal, que siempre dejará patente su intención que es mostrar al lector las consecuencias de una adolescencia sin límites, de una adolescencia en la que se siguen modas en lugar de destacar por una personalidad crítica y propia. Esta obra busca enseñar a los más jóvenes de la casa una realidad que está presente en muchos hogares: drogas, maltrato, bulimia, rebeldía, rechazo a la familia… y como no, la mediatización que todo esto adquiere en cuanto deja de ser un problema familiar para pasar a ser noticia para beneficio de los medios.
Finalmente, me gustaría decir que he disfrutado mucho con la lectura de Campos de fresas, pero no solamente por la historia que cuenta, sino por el simbolismo y los guiños que hace a muchas situaciones en las que, seguramente, muchos lectores se han sentido identificados en algún momento de sus vidas.













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