Campos de fresas, de Jordi Sierra i Fabra.
Esta obra de Jordi Sierra i Fabra nos traslada a una
situación que nunca queda desfasada: la realidad de la droga. Nuestra sociedad
se fundamenta en los jóvenes, al igual que esta obra, cuyos protagonistas son
una pandilla de amigos que inician esta historia con una salida de fiesta; al
menos eso se nos da a entender al lector.
Los lectores quedan asombrados y enganchados tras
leer las primeras líneas en las que se hace referencia al estado de Luciana:
está en coma. Sus padres acuden rápidamente al Clínico después de recibir la
llamada de teléfono. No llegan a entender por qué su hija ha tomado una
pastilla en una discoteca. En este momento de la obra queda patente el calvario
que sufren los padres cada vez que se acuestan y sus hijos no estaban en casa.
El momento en que sus padres reciben la noticia del coma de su hija es muy
impactante, es un instante en el que el lector siente una fuerza, un
sentimiento de compasión hacia esos padres.
A partir de ese momento en que los padres ven en el
pasillo del hospital a los amigos de Luciana: Cinta, Santi y Máximo, arranca la
acción en la obra: Eloy, el novio de Luciana, acude al Clínico tras la llamada
de sus amigos. Él y su culpabilidad por no haber salido esa noche serán el
motor principal de la obra al querer traer a Luciana de vuelta. Así, cuando
sabe que con una pastilla igual a la que Luciana tomó podrían saber la
composición y revertir su coma, sale del hospital para ir en busca del camello.
Eloy se había quedado estudiando en casa y no entiende por qué ella hizo lo que
hizo y culpa también a sus amigos. Es esa una situación muy típica en los
adolescentes: primero hacen las cosas sin pensar e imitan a sus semejantes sin
alguna duda; pero después, cuando ven las consecuencias de lo que han hecho
pueden ocurrir varias opciones: admiten su culpabilidad y se arrepienten de lo
ocurrido, o piensan en ellos mismos e intentan olvidar el pasado. Respecto a lo
primero, un ejemplo claro es el de Cinta; mientras que Máximo lo es del segundo
caso.
Una de las cosas que más me ha gustado de esta obra
es la capacidad de tener enganchado al lector y, quizás, lo logre con esos
capítulos breves, con esa habilidad para mantener al mismo tiempo varias
historias paralelas, pasando de una a otra con gran sigilo. También me parece
muy interesante la realidad con que trata a los personajes porque aparecen
tópicos como: la fiesta desbocada en los jóvenes; la complicidad entre las
amigas Luciana, Loreto y Cinta; el enamoramiento de Norma por Eloy, el novio de
su hermana mayor; el periodista que intenta ganarse la exclusiva del momento,
sin pensar en ningún momento en los sentimientos de los familiares, todo por
dinero y fama… Otros temas transversales que aparecen muy remarcados son: la
presencia de la bulimia entre los más jóvenes y, sobre todo, en el sexo
femenino; y las continuas peleas de algunos matrimonios, incluso delante de sus
hijos.
En ciertos momentos de la novela, Luciana habla para
sí misma, como si estuviera presente, pero en realidad se trata de un monólogo
interior del que sólo tiene constancia el lector (además aparece en cursiva
para que quede más patente la diferencia entre lo que ocurre en la realidad y
lo que ocurre en la mente de Luciana). Mediante este hecho, el autor intenta dar un
soplo de esperanza a aquellos que tienen familiares en coma, les ofrece la
posibilidad de pensar que esa persona escucha y ve todo lo que ellos dicen y
todo lo que ellos hacen. Así, Luciana habla con su Norma, con Eloy e incluso
con Loreto a la que había prometido ayudar con su enfermedad; y es gracias al
impacto que siente Loreto al ver a su amiga Luciana en ese estado cuando ella
entiende que tiene un problema, que está enferma y que necesita la ayuda de sus
padres.
Hemos hablado de la historia principal que es la
situación de Luciana, también hemos tratado los personajes más cercanos: sus
padres, el médico, su novio, su hermana, sus amigos, Mariano Zapata (el
periodista)… pero paralelamente, como hemos dicho, transcurre la historia
referente a la investigación que sigue el Inspector Vicente Espinós buscando a
Poli García, el camello. Todo este entramado ocurre en perfecta consonancia con
la búsqueda de Eloy y con la paciencia de los padres de Luciana esperando que
ésta despierte. Aparecen continuas alusiones al mundo de las drogas: los
fabricantes de las drogas, los encargados de importarlas al país y, finalmente,
los encargados de distribuirlas entre los “clientes”. Además, se presenta la
vida que un camello como Poli García tiene: sin posesiones, cambiando
continuamente de domicilio, sin familia ni nadie que le aprecie, mirando
siempre atrás por si alguien espera un momento de debilidad… por eso, no es de
extrañar el final que le espera cuando, tras todo un día de huir y de
persecuciones, muere al dar su cabeza contra el asfalto.
Desde mi punto de vista, me parece una novela
atemporal, que siempre dejará patente su intención que es mostrar al lector las
consecuencias de una adolescencia sin límites, de una adolescencia en la que se
siguen modas en lugar de destacar por una personalidad crítica y propia. Esta
obra busca enseñar a los más jóvenes de la casa una realidad que está presente
en muchos hogares: drogas, maltrato, bulimia, rebeldía, rechazo a la familia… y
como no, la mediatización que todo esto adquiere en cuanto deja de ser un
problema familiar para pasar a ser noticia para beneficio de los medios.
Finalmente, me gustaría decir que he disfrutado
mucho con la lectura de Campos de fresas,
pero no solamente por la historia que cuenta, sino por el simbolismo y los
guiños que hace a muchas situaciones en las que, seguramente, muchos lectores
se han sentido identificados en algún momento de sus vidas.
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