Un pozo es un lugar inhóspito, sombrío y pese a todo inmensamente atractivo. Un espacio donde el imaginario popular nos invita a mirar para buscar un reflejo, quizá a nosotros mismos. El pozo del alma, es a un tiempo el nombre de la obra, y también ese agujero donde su autor, Gustavo Martín Garzo, se asoma para buscar entre los recuerdos de su infancia el origen de su peculiar relación con la literatura. Y lo encuentra. A largo de este breve relato asistimos a una reflexión sobre qué es la literatura y cómo su presencia nos aguarda en el día a día, en aquellos pequeños detalles que lo componen.
El
escritor emplea con magistral acierto cada palabra, para que el lector se
sumerja en una pequeña historia en la que no se cuenta nada y al tiempo se explican
muchas cosas. Este contraste también se aprecia en las ilustraciones de PabloAmargo que acompañan el texto.
Un
conjunto casi poético que nos ofrece una visión peculiar de la literatura, entendida como un lugar de intercambio
en el que se dan cita multitud de realidades y es la infancia el escenario
perfecto donde todas ellas convergen. De ahí que Gustavo Martín haga su
reflexión desde esa perspectiva. La de un adulto que vuelve su vista hasta su
infancia para navegar por los mares que surco siendo niño. A través de algunos
cuentos de Andersen, como el Patito Feo,
el escritor vallisoletano ofrece una visión totalmente distinta del concepto de
literatura y aclara que lo que verdaderamente capta la atención del lector
infantil no es el patito triste y marginado, sino el lago llego de cisnes.
Advierte que es en ese escenario en el los niños ansían vivir porque les
permite ser su yo interior, el que ocultan a diario. Así, a través de este
ejemplo se observa cómo entiende la literatura el autor de El pozo del Alma y al tiempo, podemos saber qué esconde en ese
espacio profundo.
Este
relato nos permite conocer el otro lado de la literatura, el que se esconde
tras las letras y las palabras rimbombantes. La otra cara de la luna. Recoge la esencia de este arte y la sitúa en
un reino a medio camino entre los sueños
y los delirios y la realidad empírica.
Sin
embargo, la simplicidad que aparenta
la voz de un niño narrando sus aventuras de infancia en una casa con seis
hermanos, a través de un vocabulario sencillo o el reducido número de páginas,
no más de 40, contrasta con el entramado
complejo y delicioso que se dibuja bajo cada frase. El autor dice lo que
quiere decir a cada momento y lo hace dibujando pinceladas en la imaginación
del lector, que está obligado a pensar qué significa para él lo que está
leyendo. Sobra decir que quien escribe asistió fascinada al derroche de ideas,
planteamientos y matices que Gustavo Marín Garzo recoge en esta obra. Aunque,
para no faltar a la verdad, hay mucho de fantasía y magia en sus reflexiones y
también en esta cabeza mía.
Sea
como sea, este texto puede ser leído en
cualquier cuso de la ESO, aunque no será hasta Bachillerato cuando puedan comprender el sentido global del texto y
reflexionar sobre las ideas que presenta Gustavo Marín Garzo. En esa línea,
cabe señalar que más importante que
entender lo que el autor presenta es lo que el lector interpreta a partir
de lo que lee. Tanto es así, que el propio escritor señala que la literatura lo
es en la media en la que alguien se asoma a ella. De lo contrario, hablaremos
de textos inertes.
Otra
opción es recurrir en las aulas a esta obra para rescatar únicamente fragmentos
concretos que inviten al alumno a pensar, sólo eso. Sin embargo, si cuenta algo
la opinión de quien escribe, yo sugiero
esta lectura en las aulas. Es interesante en la medida en la que puede
abrir al lector desmotivado y
hastiado, las puertas a nueva concepción de la literatura, en la que no tiene
que entender lo que tal o cual autor quería decir, sólo tiene que preocuparse de lo que le dice a su mente y su corazón
una vez pasadas las páginas.
Gustavo
Marín Garzo afirma desde El pozo del alma
que amamos un libro en la medida
en que algo que creíamos perdido, un saber acerca de nosotros mismos, un gesto
adorado, regresa a nosotros. Esta obra puede ser el punto de partida para que nuestros
alumnos inicien un idilio con la lectura, por qué no.
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