jueves, 17 de enero de 2013

Caperucita en Manhattan

 
Axel Ramírez Vitoria/ Caperucita en Manhattan, clásico cuento infantil-juvenil de Carmen Martín Gaite, ofrece al lector adolescente una ventana a los problemas y temas adultos sin abandonar la magia de la etapa infantil.

Y lo hace proponiendo un marco de referencia más que conocido, el cuento de Caperucita Roja de Perrault, trasladado a la exótica Nueva York, en la que los cuentos de hadas y la magia pueden o no ser verdad, al igual que las presunciones del niño.


Como un cuento tradicional


Martín Gaite construye su relato empleando los recursos del cuento tradicional: narrador omnisciente, tiempo pasado, diálogos, lenguaje sencillo y registro coloquial, sin rastro de palabras soeces, acompañados de descripciones prolijas en las que prima el detalle curioso y variopinto.

Además, introduce al joven lector a las figuras retóricas, empleando en abundancia símiles y contadas metáforas. Además, como infinidad de cuentos, parte del costumbrismo que muestra la realidad adulta para dar paso a la magia infantil.

Sin embargo, la autora comienza a integrar elementos más complejos desde el punto de vista narrativo, como la elipsis, los flashbacks, los cambios de puntos de vista, en los que el narrador omnisciente se centra en sentimientos e interpretaciones de cada uno de los protagonistas. Además, requiere de un lector atento a la constante autorreferencia: detalles que se mencionan de pasada tienen un papel mucho más importante en subsiguientes capítulos, y las frecuentes alusiones a obras y dichos populares cobran un nuevo significado a la luz de posteriores acontecimientos.

Cabe destacar la inclusión de abundantes anglicismos, a veces traducidos de forma más o menos exacta, otras abandonados a la libre interpretación y consulta del lector. Con ellos Martín Gaite ambienta el relato en esta exótica Nueva York. Éstos también aparecen en las 13 ilustraciones obra de la misma autora que, aunque aunque de un estilo manifiestamente amateur, no desentonan en absoluto.

Un mundo adulto gris y sin sentido


En el relato la mayoría de los adultos ejemplifican muchas de las características que extrañan, aburren a y detestan los niños: se ríen de todo, sus bromas no tienen sentido, se resignan, tienen la mirada vacía, siempre tienen prisa, son aprensivos...

La madre representa varias de estos vicios llevados al paroxismo: no tiene imaginación, es hipocondríaca, suspicaz, nerviosa, prejuiciosa, chapada a la antigua, chismosa, pesimista, triste, de intereses reducidos, metódica hasta llegar a la obsesión, supersticiosa, exagerada (la forma en que obliga a Sara, la protagonista, a llevar siempre chubasquero)...

Por otro lado, los personajes mayor edad, como la abuela, miss Lunatic y, en menor medida, el señor Woolf, comparten o acaban compartiendo virtudes apreciadas. La abuela siempre ha perseguido sus sueños, es extravagante, una cantante, libre. Miss lunatic es una persona bondadosa, mágica, no reprocha nunca nada a la protagonista, rehuye las prohibiciones, desprecia el dinero, aconseja no mirar al pasado y viajar de aventura en aventura. Por su parte, mister Woolf acaba reformándose, persiguiendo sus sueños y amor.

Con ellos establece Sara Allen una complicidad inusitada: ellos no son adultos convencionales, representan algo extraordinario, representando intereses e ideas infantiles. Estos personajes son vitales para el permanente conflicto entre el mundo infantil y adulto que caracteriza la obra.

Choque de realidades


Martín Gaite presenta diversos temas de interés al lector vertebrándolos en esta constante oposición entre las interpretaciones y reacciones adultas y las infantiles. Para ello se hace valer de las actitudes de personajes adultos, especialmente de la madre, en claro contraste con los de Sara, la abuela o miss Lunatic.

Frente a un mundo gris y aburrido de los mayores, Sara vive en un mundo mágico, plagado de imaginación y creatividad. Mientras los adultos se sirven de y refugian en un muro de prohibiciones, Sara y miss Lunatic se divierten disfrutando de la libertad, huyendo de ellas. Exponiendo varias conductas sin sentido alguno para los niños, Sara exhibe una lógica sencilla e inocente.

El dinero es para unos lo más importante, a expensas de vivir. Para Sara, la abuela, miss Lunatic y mister Woolf, cada uno a su manera, el dinero es algo nimio, sin importancia. Los sueños rotos o inexistentes de unos (la madre llega a temer soñar, disfrutar), los de otros son una constante referencia y guía. La propia Nueva York encierra dos interpretaciones diametralmente opuestas: rutinaria y sombría para unos, mágica e inexplorada para otros.

Temas adultos


A través de este contraste, la escritora sirve temas de interés para el joven lector y se decanta por su propia posición. Pero progresivamente introduce temas más adultos, como la muerte, la infidelidad, la consideración social del amor y estado civil, el paro, la desilusión adulta, los sin techo, el amor y, especialmente, el miedo y la libertad.

Los adultos viven encogidos, atemorizados por sus propios medios de comunicación y habladurías. Prefieren encerrarse y encarcelar a sus hijos en casa. Pese a que muchas veces se sugiere el peligro inmediato o aparente, éste nunca se materializa. Sara, por su parte, vence sus temores y vergüenzas, al igual que conquista la libertad tan alejada de los mayores.

Cabe destacar que el libro no se deshace en ningún momento de ese mundo mágico que envuelve a Sara: ella vence sus problemas con la ayuda de seres extraordinarios. Por lo tanto, sigue anclado en la fantasía y evasión juvenil.

Diálogo con los cuentos


Además de tratar temas interesantes y posicionarse del lado de los niños, “Caperucita...” apela al lector, establece con él un juego constante con su intertexto. Presentando personajes claramente identificables con el cuento original, Martín Gaite sorprende una y otra vez con las hipótesis e inferencias que va construyendo el lector, presentando falsas pistas (muchas de ellas, interpretaciones de adultos) para luego narrar resultados totalmente discordantes con el cuento de Perrault.

Así, en realidad la tarta de fresa no interesa ni a la abuela ni a Sara, y sólo es un “MacGuffin” para que el señor Woolf encuentre el amor. El lobo hace que Sara tome el camino más largo, sí, pero no es con intenciones infames. La “casa de dulces” del lobo, clara referencia a Hansel y Gretel, no encierra peligro alguno.

Por otro lado, el cuento presenta frecuentes referencias a otros cuentos clásicos que ya conocerá el lector joven, ya sea por la lectura de los originales o clásicos adaptados o por sus adaptaciones al cine y la televisión, como Las aventuras Alicia en el país de las maravillas, Robinson Crusoe, La isla del tesoro... Y es que la escritora se recrea en la afición a la lectura. A través de la constante referencia, las citas y fragmentos, la escritora introduce al joven lector a diversas obras e interpretaciones.

Los distintos personajes que presentan cualidades positivas, como la propia Sara, miss Lunatic o incluso el bueno de Greg Monroe, el “hermano mayor” y empleado de Woolf, manifiestan su pasión por la lectura, presentándola como una gran cualidad. Además, para la protagonista dibujar es lo mismo que escribir. Otros personajes como el padre y los niños aburridos por un lado y la madre por otro, sólo ven la televisión y les cuesta horrores escribir.

Un libro asequible


Caperucita en Manhattan juega con los conocimientos previos del lector adolescente, actualizándolos e incluyendo temas y lugares de interés cada vez más adultos, poniéndose del lado del lector, facilitando su identificación con la soñadora protagonista. Y todo con un léxico sencillo y abundantes descripciones cargadas de símiles que apelan a la imaginación. Amén de resultar atractivo, permite al docente trabajar la interpretación, la comparación textual, abordar temas más maduros y las diferentes perspectivas de los personajes.

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