Campos de fresas
Título: Campos de fresas
Autor: Jordi Sierra i Fabra
Editorial: SM
Colección: Gran angular alerta
roja
Ciudad: Madrid
Primera edición:
febrero 1997
Edición: 42ª: julio 2012
«No bailéis con la muerte»
Campos de fresas comienza con una llamada telefónica en la
intempestiva madrugada. Unos padres preocupados atienden al teléfono y
confirman sus temores: su hija Luci, de dieciocho años, ha tomado alguna
sustancia peligrosa y se encuentra hospitalizada en el Clínico.
Noche de viernes, un
grupo de amigos —Cinta, Luci, Máximo y Santi— sale de fiesta dispuesto a
disfrutar de la actividad nocturna. Mientras ellos se divierten, Eloy, el novio
de Luci, se ha quedado en casa estudiando responsablemente el examen del
próximo lunes.
En medio del ambiente
cargado de la discoteca, Luciana cae desplomada. Ha sufrido un golpe de calor
como consecuencia de haber ingerido una pastilla de éxtasis. Luciana ha entrado en coma. Lo que prometía ser una noche
de diversión se ha convertido en una tragedia para los jóvenes, que asisten
desconcertados y presos de un sentimiento de culpabilidad a las consecuencias
de una actitud irresponsable.
Desde el momento en
que conoce la situación de Luci, Eloy inicia una carrera frenética con el
objetivo de localizar al camello que
vendió las pastillas a sus amigos aquella fatídica noche de viernes —para
conseguir una y poder entregarla a los médicos— con la esperanza de que su
análisis pueda arrojar luz sobre el tratamiento más eficaz para sacar a Luci del
coma. Pero también la protagonista comienza su lucha por sobrevivir, mientras
percibe los sentimientos de quienes la rodean.
Sin embargo, el caso
de Luci no es el de la típica adolescente conflictiva, víctima de una familia
desestructurada, de una complicada situación económica o de algún tipo de
problema que la empuja a la necesidad de evadirse de la realidad para sentirse
bien.
Es una chica feliz, lo tiene todo, menos
la asertividad necesaria para decir NO en el momento oportuno.
Sierra i Fabra
desarrolla esta historia en noventa y cinco episodios breves narrados con gran
agilidad que mantienen atrapado al lector en la necesidad de conocer el
desenlace. Para ello, emplea un lenguaje sencillo y un registro cercano a
cualquier adolescente. Es obvio que el tema principal de la obra, así como los
temas secundarios —amor, amistad— resultan de interés para los adolescentes, lo
que contribuye a la buena acogida que el libro tiene en los alumnos de
Secundaria.
Campos
de fresas
invita, o quizá obliga, a una reflexión fundamental para cualquier adolescente:
diversión, sí, pero, ¿a cualquier precio? La respuesta es NO.
La sociedad en la que vivimos es
exageradamente hedonista, y desgraciadamente, esto tiene sus consecuencias. No
está de moda la cultura del esfuerzo para conseguir honradamente algo bueno, ni
ser responsable y joven al mismo tiempo, ni valorar en su justa medida el
alcance de decisiones que pueden comprometer el resto de la vida, como tomar
una droga de diseño, consumir cocaína o mantener una relación sexual no segura.
Trágicamente,
esta es la realidad de demasiados adolescentes que se mueven desorientados
entre la asunción de responsabilidades, propia de la vida adulta, y un abismo
de diversión e inconsciencia que no les permite madurar a tiempo para evitar
situaciones angustiosas como la que viven los amigos de esta historia.
La inquietante precocidad de los
adolescentes de la última década nos conduce a pensar en la conveniencia de
proponer esta lectura cuanto antes, es decir, a plantearla como un ejercicio
preventivo de conductas de riesgo como lo es el consumo de drogas, por ello podría
ser una opción de lectura desde el primer curso de la ESO.
Campos
de fresas
no es un libro marcadamente literario, sin embargo, es evidente que ese no era
el objetivo del autor cuando compuso su obra. Nuestra responsabilidad como
docentes, en este caso de Lengua castellana y Literatura, es proporcionar a los
alumnos una formación integral que les asegure la integración en la sociedad y
les capacite para el ejercicio de una ciudadanía democrática. Este trabajo de
formación no recae exclusivamente en nosotros, sino en todos los docentes de la
etapa de Secundaria; pero sí está en nuestra mano que esos adolescentes
entiendan que la lectura puede ofrecerles posibilidades muy distintas, desde el
disfrute del texto más literario e insustancial, pasando por la literatura
comprometida, hasta lecturas cuyo objetivo —como es el caso de Campos de fresas— es espolear el ánimo y
el pensamiento del lector por alguna causa grave o relevante.
También la literatura puede enseñarnos a
vivir.
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