miércoles, 30 de enero de 2013

Caperucita en Manhattan



Caperucita en la ciudad de la libertad:

Todos conocemos el cuento clásico de Caperucita Roja: Una niña que vestida siempre con la misma caperuza roja y acompañada de su cesta de madalenas, iba cada día a visitar a su dulce y tierna abuela con la que le gustaba pasar largas horas. Pero un día, la curiosa y atrevida Caperucita decide, aun a sabiendas de que con ello desobedecería a su madre, tomar otro camino para poder así cruzar el tenebroso bosque, con tan mala suerte que se encuentra a un malvado y feroz lobo que logrará engañarla con su astucia, para llegar antes a la casa de la pobre abuelita…Y el final, como ya sabéis, con adaptaciones infantiles aparte, no es precisamente feliz.

Así era la Caperucita de Perrault y también lo fue de los hermanos Grimm, aunque en una versión más dulcificada. La Caperucita de nuestro tiempo vive en Manhattan, se llama Sara Allen y sueña con la libertad. Creció rodeada por los libros que le regalaba Aurelio, el marido de su abuela, a la que tanto admira. Y esas lecturas plagadas de fantasía y sueños fueron alimentando su fe en que algún día ella sería la protagonista de una de esas historias con las que tanto le gustaba recrearse.

Sara tiene diez años y vive en Brooklyn con sus padres, pero ella no soporta vivir allí, porque desde bien niña se convenció a sí misma de que las cosas más maravillosas sólo pasaban en Manhattan, el núcleo central de la ciudad de Nueva York. Cada noche, cuando todas las luces se apagan, Sara pasa minutos e incluso horas imaginando que vaga libre por las calles de la gran manzana, descubriendo a su paso secretos e historias que jamás podrá olvidar.

Cada sábado, Sara, su madre y una gran y sabrosa tarta de fresa, la preferida de la señora Allen, cuya receta es un auténtico secreto de familia, van hasta casa de la abuelita en Morningside. Sara adora a su abuela, le fascinan las historias que siempre le cuenta, su poderosa imaginación y su carácter espontáneo e intrépido, tan diferente al de su madre, quien siempre la lleva fuertemente cogida de la mano y no la deja soltarse ni un segundo. Para Sara, el sábado es el mejor día de la semana porque es con su abuela con quien Sara puede compartir sus sueños y su afán por descubrir.

Un día, tras un fortuito accidente familiar, Sara ha de pasar el fin de semana sola, algo que ve como una oportunidad, una oportunidad para hacer por fin realidad su sueño de perderse por las calles de Manhattan, y conocer así gente, escuchar las historias que se esconden detrás de cada una de esas personas, embriagarse por el encanto y la inmensidad de cada recoveco de la isla y vivir experiencias únicas e inolvidables.

Sin pensárselo dos veces, Sara, ataviada con su habitual impermeable rojo, sale a la calle en busca de las aventuras con las que tantas veces había fantaseado. Siguiendo el ritmo alegre de su cesta, donde llevaba la ya famosa tarta de fresa que su madre había dejado preparada la noche anterior, toma el metro con la intención de ir a visitar a su abuela; no sin antes hacer una parada esencial en Central Park, una decisión que cambiaría su vida para siempre, porque aquella tarde se encontró, después de tanto tiempo de espera, con la mismísima y ansiada libertad.

Una abuelita valiente, transgresora y bella, que además fue gran artista de su tiempo, la magnífica Gloria Star. Un lobo que sólo mantiene de animal el apellido, pues se ha reconvertido en el señor Wolf, maestro pastelero. Y una niña soñadora, intrépida y con afán por aprender y saber son los protagonistas de la versión de Caperucita más actual, la propuesta por la escritora Carmen Martín Gaite.

Sin perder la esencia y la estructura genuina de la obra original, Martín Gaite supo darle la vuelta a la historia para conseguir que donde antes el lector podía leer miedo, ahora vea libertad y donde antes veía temeridad ahora vea valentía y sueños cumplidos. Perrault describió a su Caperucita como una niña demasiado atrevida y confiada para advertir con ello de los peligros que las mujeres jóvenes podían correr si se acercaban a desconocidos (utilizando para ello la metáfora del lobo). La Caperucita de la gran manzana no tiene miedo a nada, ni a nadie, aunque también ayuda el hecho de que los personajes con los que se encuentra son buenos y dulces con ella, y no viles como lo fue el lobo en el cuento clásico.

Sara, nuestra Caperucita más contemporánea, había soñado infinidad de veces con la idea de poder vivir una historia propia de los cuentos que tanto le divertían, y lo consiguió. No conocemos el final de su historia porque Martín Gaite quiso dejarlo abierto a la imaginación del lector, tal y como a la pequeña Sara le hubiese gustado.

Como todo cuento, Caperucita en Manhattan encierra no una, sino muchas moralejas, mensajes que apelan directamente al corazón de un lector inmerso en una lectura divertida, sencilla, con mucho encanto y donde cada detalle ha sido pensado con la máxima rigurosidad. La soledad en la figura del lobo, la vitalidad en la persona de la abuelita, el valor de la amistad, la niñez más inocente y pura, el poder de los sueños, el afán de libertad, la bondad y la valentía son algunos de los principales temas de la obra, valores que el lector podrá constatar en la personalidad de los diferentes personajes, lo que le ayudará a acercarse más a ellos y a empatizar con sus sentimientos.

La lectura es el placer de viajar con la mente hasta aquellos mundos que tanto nos gustaría conocer. Y Martín Gaite ha cumplido a la perfección con esta expectativa; en Caperucita en Manhattan  nos ofrece la oportunidad de vivir un entrañable y mágico encuentro con la ciudad de Nueva York, para descubrir que detrás del ritmo frenético de sus calles, de sus imperecederas luces y su espíritu trasnochador, hay muchas, muchísimas personas con sueños por cumplir, con deseos de libertad, con ganas de encontrar la paz y la tranquilidad que un día perdieron, entusiasmados por encontrar su sitio y ser al fin felices.


                                           
                                                             AIDA PASTOR BENEYTO

No hay comentarios:

Publicar un comentario