Caperucita en la ciudad de la libertad:
Todos conocemos el cuento clásico de Caperucita
Roja: Una niña que vestida siempre con la misma caperuza roja y
acompañada de su cesta de madalenas, iba cada día a visitar a su dulce y tierna
abuela con la que le gustaba pasar largas horas. Pero un día, la curiosa y
atrevida Caperucita decide, aun a sabiendas de que con ello desobedecería a su
madre, tomar otro camino para poder así cruzar el tenebroso bosque, con tan
mala suerte que se encuentra a un malvado y feroz lobo que logrará engañarla
con su astucia, para llegar antes a la casa de la pobre abuelita…Y el final,
como ya sabéis, con adaptaciones infantiles aparte, no es precisamente feliz.
Así era la Caperucita de Perrault y también
lo fue de los hermanos Grimm, aunque en una versión más dulcificada. La
Caperucita de nuestro tiempo vive en Manhattan, se llama Sara Allen y sueña con
la libertad. Creció rodeada por los libros que le regalaba Aurelio, el marido
de su abuela, a la que tanto admira. Y esas lecturas plagadas de fantasía y sueños
fueron alimentando su fe en que algún día ella sería la protagonista de una de
esas historias con las que tanto le gustaba recrearse.
Sara tiene diez años y vive en Brooklyn con
sus padres, pero ella no soporta vivir allí, porque desde bien niña se
convenció a sí misma de que las cosas más maravillosas sólo pasaban en
Manhattan, el núcleo central de la ciudad de Nueva York. Cada noche, cuando todas
las luces se apagan, Sara pasa minutos e incluso horas imaginando que vaga
libre por las calles de la gran manzana, descubriendo a su paso secretos e
historias que jamás podrá olvidar.
Cada sábado, Sara, su madre y una gran y
sabrosa tarta de fresa, la preferida de la señora Allen, cuya receta es un
auténtico secreto de familia, van hasta casa de la abuelita en Morningside.
Sara adora a su abuela, le fascinan las historias que siempre le cuenta, su
poderosa imaginación y su carácter espontáneo e intrépido, tan diferente al de
su madre, quien siempre la lleva fuertemente cogida de la mano y no la deja
soltarse ni un segundo. Para Sara, el sábado es el mejor día de la semana
porque es con su abuela con quien Sara puede compartir sus sueños y su afán por
descubrir.
Un día, tras un fortuito accidente familiar,
Sara ha de pasar el fin de semana sola, algo que ve como una oportunidad, una
oportunidad para hacer por fin realidad su sueño de perderse por las calles de
Manhattan, y conocer así gente, escuchar las historias que se esconden detrás
de cada una de esas personas, embriagarse por el encanto y la inmensidad de
cada recoveco de la isla y vivir experiencias únicas e inolvidables.
Sin pensárselo dos veces, Sara, ataviada con
su habitual impermeable rojo, sale a la calle en busca de las aventuras con las
que tantas veces había fantaseado. Siguiendo el ritmo alegre de su cesta, donde
llevaba la ya famosa tarta de fresa que su madre había dejado preparada la noche
anterior, toma el metro con la intención de ir a visitar a su abuela; no sin
antes hacer una parada esencial en Central Park, una decisión que cambiaría su
vida para siempre, porque aquella tarde se encontró, después de tanto tiempo de
espera, con la mismísima y ansiada libertad.
Una abuelita valiente, transgresora y bella,
que además fue gran artista de su tiempo, la magnífica Gloria Star. Un lobo que
sólo mantiene de animal el apellido, pues se ha reconvertido en el señor Wolf,
maestro pastelero. Y una niña soñadora, intrépida y con afán por aprender y
saber son los protagonistas de la versión de Caperucita más actual, la
propuesta por la escritora Carmen Martín Gaite.
Sin perder la esencia y la estructura genuina
de la obra original, Martín Gaite supo darle la vuelta a la historia para
conseguir que donde antes el lector podía leer miedo, ahora vea libertad y
donde antes veía temeridad ahora vea valentía y sueños cumplidos. Perrault
describió a su Caperucita como una niña demasiado atrevida y confiada para
advertir con ello de los peligros que las mujeres jóvenes podían correr si se
acercaban a desconocidos (utilizando para ello la metáfora del lobo). La
Caperucita de la gran manzana no tiene miedo a nada, ni a nadie, aunque también
ayuda el hecho de que los personajes con los que se encuentra son buenos y
dulces con ella, y no viles como lo fue el lobo en el cuento clásico.
Sara, nuestra Caperucita más contemporánea, había
soñado infinidad de veces con la idea de poder vivir una historia propia de los
cuentos que tanto le divertían, y lo consiguió. No conocemos el final de su
historia porque Martín Gaite quiso dejarlo abierto a la imaginación del lector,
tal y como a la pequeña Sara le hubiese gustado.
Como todo cuento, Caperucita en Manhattan
encierra no una, sino muchas moralejas, mensajes que apelan directamente al
corazón de un lector inmerso en una lectura divertida, sencilla, con mucho
encanto y donde cada detalle ha sido pensado con la máxima rigurosidad. La
soledad en la figura del lobo, la vitalidad en la persona de la abuelita, el
valor de la amistad, la niñez más inocente y pura, el poder de los sueños, el
afán de libertad, la bondad y la valentía son algunos de los principales temas
de la obra, valores que el lector podrá constatar en la personalidad de los
diferentes personajes, lo que le ayudará a acercarse más a ellos y a empatizar
con sus sentimientos.
La lectura es el placer de viajar con la
mente hasta aquellos mundos que tanto nos gustaría conocer. Y Martín Gaite ha
cumplido a la perfección con esta expectativa; en Caperucita en Manhattan nos ofrece la oportunidad de vivir un
entrañable y mágico encuentro con la ciudad de Nueva York, para descubrir que
detrás del ritmo frenético de sus calles, de sus imperecederas luces y su
espíritu trasnochador, hay muchas, muchísimas personas con sueños por cumplir,
con deseos de libertad, con ganas de encontrar la paz y la tranquilidad que un
día perdieron, entusiasmados por encontrar su sitio y ser al fin felices.
AIDA PASTOR BENEYTO
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