domingo, 13 de enero de 2013

Tres cuentos de Ana María Matute, de Mª Ángeles Gualde Orozco



Comparación entre algunos cuentos de Ana María Matute:
Ana María Matute tiene una gran cantidad de cuentos: Carnavalito, Sólo un pie descalzo, El polizón del <<Ulises>>, El aprendiz, El saltamontes verde, Caballito loco, Paulina, El País de la Pizarra, El verdadero final de la bella Durmiente. Pero, de entre todos ellos, he elegido tres para comentar tanto sus semejanzas como sus diferencias. Estos son: El aprendiz, Carnavalito y El verdadero final de la bella Durmiente.
Como podemos presuponer, un cuento está estructurado, organizado y nutrido por ciertos elementos que suelen repetirse en muchas obras y en diferentes autores, siguiendo siempre la tradición, sobre todo oral, y las vivencias propias de los que van alimentando esas historias.
Por lo que a Ana María Matute se refiere, todos sus cuentos tienen unos elementos que se repiten considerablemente: la bondad de los personajes principales como Bongo, la familia de Rago el cocinero, el aprendiz; la maldad del antagonista: la guerra, los niños que se burlan del Herrero, la Reina Madre, Maese Ezequiel; también encontramos personajes que favorecen al protagonista: los pueblerinos que dan trabajo al aprendiz, Carnavalito que ayuda a Bongo en momentos difíciles, Rago y su familia y Silo son fieles a la Princesa y a sus hijos… es decir, que no es nada complejo encontrar puntos de inflexión entre estas obras a pesar de que traten temas tan dispares como: el paso de la guerra, cuentos de reyes y reinas o la personificación de la avaricia.
Comenzando por el cuento de El aprendiz, aunque el lector no lo sabe, se parte de una buena obra que el avaro protagonista hace tiempo atrás: salvar de las llamas a un muñeco. Maese Ezequiel se aprovecha de la desgracia de un pueblo para ensanchar sus bolsillos, es decir, se convierte en el prestamista de los comerciantes, lo que le aleja de toda relación con las gentes del municipio. esto, de momento, ya nos hace reflexionar sobre el carácter del personaje: avaricioso, solitario, siempre pendiente de no ser engañado… lo que cambia radicalmente al aparecer un niño en su puerta pidiéndole únicamente un techo y trabajo. Desde que ese “aprendiz” entra en su vida, su carácter va mejorando poco a poco. Un elemento muy importante y que cabe destacar en esta historia es el que hace referencia a la capacidad del aprendiz para barrer y hacer aparecer montoncitos de oro. Este elemento es el que soluciona los problemas que acaecen en la aldea: todos sus habitantes consiguen saldar sus deudas y, gracias al aprendiz, que resulta ser el muñeco que él salvó de las llamas, Maese Ezequiel recibe cariño de todos sus convecinos al darles todos sus bienes y pedirles que cuidaran de él, convirtiéndose en el abuelo de todos los niños del pueblo. Así, también encontramos en este cuento la presencia del elemento fantástico que comentábamos antes.
 El segundo cuento es Carnavalito y sigue en ciertas cuestiones al cuento comentado anteriormente. En este cuento encontramos a dos protagonistas principales: el Herrero y Bongo. El Herrero es, en este caso, el incomprendido. Su aspecto: jorobado, pecoso, pelirrojo, con una cicatriz en la cara… le señala como malvado, aunque su corazón dice todo lo contrario al adoptar a un niño del orfelinato: Bongo. Ambos eran pobres, pero lo eran juntos. Siempre que Bongo le preguntaba algo, el Herrero le contestaba con historias maravillosas que dejaban encandilado al niño, mientras que el resto de gente lo acusaba de mentiroso. En esta cuento aparece un marco muy crudo y cruel, la guerra, desencadenante de todo lo que ocurre en la historia. Tras su llegada, pueblos, aldeas y casas quedan desolados y Bongo queda solo. Es entonces cuando vemos la importancia de este cuento que, con una sencilla estructura y con unos personajes recurrentes, consigue escenificar el paso de la guerra, siempre atroz. En este momento en que Bongo está desamparado, aparece la figura de Carnavalito que se encargará de cuidar de él y de llevarle a la tierra de la Paz. Este personaje disfrazado con un traje colorido de arlequín es el componente mágico que, aunque pasa desapercibido al principio, dejará asombrados a los lectores más adelante. Conforme van caminando, van recogiendo niños, animales, un matrimonio… gente que lo había perdido todo por culpa de la guerra y le siguen esperando encontrar esa tierra de la Paz. Una característica que considero muy importante es el paralelismo entre las historias medievales en las que los caballeros tenían que recorrer largas distancias hasta llegar al sitio en el que se encontraba: un dragón, una princesa en apuros… en este caso, buscan la Paz. También me parece curiosa la forma en que Carnavalito quita las penas o el miedo a la gente, simplemente tocando una armónica, lo que me hace pensar en El flautista de Amelín. Finalmente, cuando llegan a la zanja que tienen que cruzar para llegar a esa tierra prometida por Carnavalito, todos se van cogiendo de las manos y, al llegar al otro lado, sólo encuentran su armónica. Ésta les narra la historia del Herrero, un incomprendido huérfano que nadie quiso adoptar por su aspecto pero que, con amor y dulzura había adoptado a un niño recién nacido: Bongo. En la guerra había muerto y, al llegar al cielo, pidió ayudar a su hijo; por eso, sus historias maravillosas se convierten en Carnavalito para ponerle a salvo. Cuando Bongo mira al cielo, ve una ristra de colores en el cielo: era Carnavalito. En el final de este cuento encontramos continuamente el elemento fantástico, pero mezclado también con el sentimiento religioso.
Por último, pasamos a comentar El verdadera final de la Bella Durmiente. Este cuento es más extenso que los dos anteriores y esto hace que requiera de diversas partes, en este caso, tres: El Príncipe y la Princesa; Historia de la Reina Madre y algunas cosas más; y La madre y los niños.
En este cuento, no se nos narra una historia alternativa a la que ya conocemos, sino que se trata de la continuación de esa historia. El cuento se inicia con el viaje de vuelta al castillo del Príncipe Azul después de haberla despertado de su sueño de cien años que, para empezar, ya se trata de un elemento fantástico muy socorrido en las historias: el poder del amor ante todo hechizo o encantamiento. Cuando llegan al castillo nebuloso, húmedo, descuidado… del Príncipe Azul, la Princesa queda estupefacta ante lo que ve, pero siempre achaca a sus miedos que ha dormido mucho tiempo y que puede que las cosas hayan cambiado, cosa que indica la inexperiencia o el oscurantismo que habitan en ella. En poco lapso de tiempo, los príncipes tienen una hija, Aurora, y un hijo, Día.  Pero esa felicidad no dura mucho tiempo, como en todos los cuentos porque, cuando el Rey está a punto de morir tras retirarse de la batalla contra Zozogrino, le pone a su hijo una prueba para poder ser coronado: debe vencer en la batalla, cueste lo que cueste. En caso contrario, su padre le amenaza con aparecérsele como alma en pena durante toda la eternidad. Esta amenaza nos recuerda también a las historias medievales en las que fantasmas rondaban por los castillos como almas desconsoladas. Al marchar hacia la guerra, la Reina Madre siempre muy seria y estirada decide que deben cambiar de residencia; y se trasladan a una casona mucho más acogedora, en el centro de un bosque. Esta casona me recuerda a la típica casa de chocolate de Hansel y Gretel, a la casa de la abuelita de Caperucita Roja… a todas estas casas que parece que esconden algo estremecedor. Y la casona de la Reina no era diferente porque, como cuenta la historia de su infancia y de su juventud, las malas lenguas ya hacían correr rumores de que niños y niñas desaparecían cerca de aquellas cercanías.
Hasta aquí, todo podría ser envidia de los aldeanos hacia su Reina, habladurías de los reinos fronterizos… pero todo cambia cuando una noche la Reina le pide a su cocinera Rago que le cocine a su nieto Día. Éste, desesperado le cuenta lo ocurrido a su mujer Erina y, cuando no sabían qué hacer, aparece la figura de Silo el confidente de la Reina que, después de haber cometido tantos asesinatos, decide ayudarles a salvar la vida de los sucesores de la corona. Así, esconden a Día en la buhardilla y cocinan a la Reina un cabritillo. Lo mismo ocurre con su nieta Aurora y con la Princesa que, al verse reunida de nuevo con sus hijas llora durante largo tiempo. La Reina no sospecha nada y decide que si su hijo volvía, le contaría cualquier historia verosímil que escondiese su faceta de Ogresa; pero un día, olfateó escaleras arriba hasta llegar a la buhardilla donde estaban escondidos. De este modo, manda encarcelar a la familia real, a la familia de Rago y a Silo. Una vez de vuelta en el castillo decide cocinarlos en el patio de armas en una olla gigante pero, cuando iba a echar a su nieto, aparece el Príncipe Azul que había sido avisado por Silo que había logrado escapar en un descuido de la corte de la Reina. Cuando la Reina vio que había sido descubierta, se echó a la olla y murió entre espantosos gritos y retortijones junto a las criaturas abominables que siempre la acompañaban.
Esta historia, dista un poco más de las dos anteriores en varios sentidos: las otras dos siguen estructuras muy paralelas movidas por la moral y la ética (el amor que siente el Herrero por Bongo, la avaricia de Maese Ezequiel), sin embargo, esta última historia, no tiene una moraleja, simplemente quiere entretener a un público seguidor de cuentos fantásticos, ambientados en un mundo de batallas, de seres imaginarios… es decir, la historia de la Bella Durmiente es, en su integridad, todo fantasía.



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