jueves, 31 de enero de 2013

Platero y yo


Juan Ramón Jiménez fue un poeta español, nacido en Palos de Moguer, en Andalucía, en 1881. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1956 y se encuentra entre los mayores exponentes de la poesía pura, movimiento literario que se desarrolló entre las dos guerras mundiales, y que aboga por una sensibilidad poética al margen de las circunstancias políticas e históricas.

En 1914 escribió "Platero y yo", obra que ha sido traducida universalmente y por la cual siempre será  recordado.

El autor  evoca la figura de Platero, un burrito que acompañó sus horas de recogimiento y soledad durante su larga estancia en Moguer.

 El libro es una homenaje lleno de cariño hacia un animal, un burro llamado Platero, cuyos gestos llenos de dulzura y dignidad, despiertan en los lectores sentimientos de ternura, pero también de profundo respeto. Tradicionalmente, el burro siempre ha sido tratado según los estereotipos que le atribuyen mediocridad y falta de inteligencia. En cambio, en esta obra el autor describe a Platero con términos delicados y llenos de afecto.
La comparación entre el simbolismo tradicional y la delicadeza  con que Jiménez describe al animal  hace que el lector sienta una cierta sensación de vergüenza: Platero nos hace reflexionar  sobre el hecho  de que el amor y la dedicación no  son características exclusivas de nuestra especie.

Los textos están llenos de imágenes sublimes que crean un clima poético: la relación visceral e íntima entre el poeta y el burro se desarrolla  en un escenario mediterráneo, de frescas noches de verano, cuando la fragancia de las plantas se hace sentir al anochecer. Los colores del cielo, la brisa agradable y los atardeceres dorados que se describen, producen una especie de melancolía y de dulce amargura. Todo viene a evocar la precariedad y la incertidumbre a la que todos, hombres y animales, estamos sometidos.
El sentimiento de emoción es el que envuelve al lector durante toda la obra, aunque una vez terminada la lectura queda un cierto sabor amargo al observar la distancia entre el lirismo de las historias contadas y el estado real en el que se encuentran los animales.

No solo asistimos al ciclo vital de Platero, desde su juventud hasta su muerte, sino que lo vemos en su dimensión de compañero del hombre. Es alegre, inocente, vulnerable... Vive percances que le causan dolor: pisa una espina, le pica una sanguijuela, le pican los tábanos, un potro le da una coz, sufre el momento de la agonía...  Y además ocupa un lugar importante en el recuerdo del poeta, que lo entierra cerca de su casa.

 
El modo en que es tratado Platero nos sorprende porque no está sometido a su amo, sino que es tratado como un niño, como un compañero: viajan juntos, lo lleva a todas partes, juega y pasea con los niños de Moguer y comparten alimentos y vivencias como la contemplación del atardecer. La relación entre el hombre y el burro preside la historia. Platero destaca por su mansedumbre y personifica la nobleza de los animales. Aparecen en grupo animales como caballos, patos, gorriones, golondrinas, perros, gallinas, etc., que recrean la vida colectiva. Moguer rebosa de vida en las descripciones de los paseos de Platero y el poeta, ya que el pueblo no se reduce a un conjunto de edificios y personas. La presencia y la convivencia con los animales  resalta el lado humano de los amigos de Platero.

Platero y yo expresa la celebración de la vida y el pesar por la muerte de un ser querido en tono elegíaco. Juan Ramón Jiménez construye un animalito creíble en su vitalidad y afecto, que alcanza un nivel poético en la comunión que logra con su amo al contemplar la belleza de naturaleza, acompañarlo en su inspiración poética y al emanar un concepto del bien de carácter cristiano que lo ennoblece.

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