¿Cuándo la diversión
deja de ser un juego? ¿Dónde está el límite de la
autodestrucción? Jordi Sierra i Fabra nos invita a indagar sobre
estas cuestiones en su libro más conocido referente al género
juvenil, Campos de fresas.
La historia arranca con
una llamada telefónica. Los padres de Luciana, la protagonista, son
avisados desde el hospital en el que su hija ha ingresado en coma a
causa de haber ingerido una pastilla de diseño, tras una salida
nocturna a una discoteca. Allí ya se encuentran Cinta, Santi y Máximo,
amigos de Luciana, que han estado presentes en su desvanecimiento y
que no se explican por qué a ellos no les ha pasado nada si también
habían ingerido la droga. Sólo Cinta parece asumir su grado de
responsabilidad y darse cuenta de la verdadera gravedad del estado de su amiga.
Máximo es el encargado
de avisar al novio de Luci, Eloy, que esa noche no había salido con
ellos. Al conocer la noticia, este reacciona de manera alterada y culpa al grupo de incitar
a Luciana a consumir la pastilla. Su ira se eleva al saber a través
de la Norma, la hermana de su novia, que sólo consiguiendo una de
las pastillas, los médicos tendrían más opciones de salvar la vida
de la joven, pues desconocen su composición exacta.
Es en ese momento cuando
Eloy decide ponerse en busca del camello que les vendió
las pastillas a sus amigos. Sus tres colegas deciden aliarse con él
y así ayudar a Luciana de la única forma que pueden.
Entre tanto la protagonista, gran
jugadora de ajedrez, nos descubre a través de sus pensamientos cómo
afronta su partida decisiva entre la vida y la muerte.
Loreto - que también
libra su propia batalla contra la bulimia-, el inspector Espinosa y
un periodista a la caza del morbo, completan el elenco de personajes de una historia en la que los jóvenes tratan de buscar su sitio en
el mundo.
La amistad, tema
repetitivo en las obras de literatura infantil y juvenil, se pone a
prueba en esta obra. Las preocupaciones de estos adolescentes ya se
han alejado de asumir la fantasía como si fuera realidad; la
importancia de sentirse protegidos por el grupo cobra mayor
relevancia. Los protagonistas de esta obra esconden miedos y
sentimientos que saldrán a florecer a lo largo de la trama.
De entre todos los
personajes, destaca la línea paralela que se desarrolla entre las
vidas de Luciana y Loreto. Ambas luchan contra la muerte y al final
consiguen vencerla a pesar de los obstáculos que se encuentran en el
camino. La conexión entre las dos es tan fuerte que sin hablar
llegan a transmitirse mucho más que con simples palabras.
La relación entre padres
e hijos es abordaba sucintamente aunque cabe resaltar, en este punto, a los progenitores de Máximo y Loreto. Por un lado,
los padres del chico sólo parecen ver la cara desenfadada de su hijo y
no se acercan a él para establecer una relación de confianza. Por
otro, los padres de Loreto tienen que asumir el papel de víctimas y
verdugos al mismo tiempo.
A pesar de que la obra
trate de aproximarse a las inquietudes de los jóvenes de hoy en día,
una de las ideas que subyace tras su lectura, es la misma que nos
puede aportar la mayoría de los cuentos clásicos: un joven valiente
y decidido salva a la chica inocente. La determinación con que Eloy
decide ser parte activa en el proceso de recuperación de Luciana lo
convierte en poco menos que un héroe, al estilo del Príncipe Azul.
Por su parte, Luci, podría asemejarse más a Blancanieves, pues a
pesar de sus reticencias es convencida para morder la manzana.
La obra termina con un
final feliz pero la verdadera moraleja de esta historia se encuentra
en los 'Agradecimientos' del autor, donde nos muestra la otra cara de
la moneda con el relato real de Leah Betts.
El ritmo de la historia y
su estilo no lineal, marcado por continuos flashbacks, enriquecen la
trama, que en sus últimos compases adquiere tintes más propios del
guión de una película de acción. Todo ello, sumado a su temática,
hacen que sea la obra perfecta para alumnos de 4º de ESO.
Silvia Muñoz Cuello
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