Isabel Martínez Moreno//
“Una
guerra se gana o se pierde si es verdadera” y la Guerra Civil española lo fue. Silencio
en el corazón lo pone de manifiesto a través de la historia de amistad
de dos niños que crecen al son de la incertidumbre y con los ecos de bombas y
ataques aéreos. Jaume Cela dibuja en esta obra, con la que obtuvo el Premio Abril en 1999, un cuadro perfecto en el que
cada personaje tiene algo que decir. Es,
sin duda, una reflexión profunda y
detallada de lo que fue la Guerra Civil y sus consecuencias.
Juan,
acompañado por su inseparable amigo Jorge, es
el hilo conductor de un relato, escrito en primera persona, y situado en un
pequeño pueblo catalán, que bien pudiera ser el de tantos otros lugares de
nuestra geografía.
Estos
jóvenes descubren qué es eso de la
guerra cuando, en su presencian, se llevan detenido al cura del pueblo. Ahí
toman conciencia de la dimensión del conflicto. Poco después encuentran un
cadáver rodeado de moscas que les termina por mostrar la realidad de aquella
España que se debatía entre la vida y la muerte. Sin embargo, es curioso como continúan con sus vidas ajenos al horror
que solo la mirada del adulto es capaz de percibir con nitidez. No obstante, estos
niños crecen y maduran al tiempo que la guerra cambia tristemente el rumbo de
este país.
Juan
y Jorge quieren ser arqueólogos. Entierren restos de animales y al lado sus
nombres para que cuando sean desenterrados sepan que fueron ellos quienes los
pusieron ahí. Éstos, junto a su grupo de amigos, siguen asistiendo a la escuela con don Ramón y jugando en las
calles de su pueblo. Compiten para comprobar qué gota de agua resbala más
rápido por el cristal de la ventana, se bañan en el río y descubren su primer
amor, como es el caso de Jorge. Frente a
ellos el mundo adulto asiste aturdido a
un conflicto en el que todos están posicionados: a un lado, al otro o en
contra de los dos.
Este
último es el caso de la madre de Juan, porque entiende que la guerra es la
soledad, “el miedo de las mujeres a perder lo que más quieren”. En cambio, su
hermano, el tío Bernardo, que está pasando una temporada en su casa, es un
republicano convencido. Éste es quien le explica a Juan, sin demasiados
tapujos, qué es lo que en realidad está ocurriendo. El joven lo agradece porque
cuando habla con su tío siente que no le tratan como si aún fuera un niño. Algo
que sí hace habitualmente su madre cuando repite que “hay moros en la costa”,
ante cada conversación que a éste le resulta interesante. Por su parte, María,
la hermana de Juan, vive enamora de Paco, el de casa de Mercadal, un joven que
lucha en el bando republicano. Sólo Juan conoce esta historia y, a petición de
la chica, no se la revela a nadie.
Todos
los vecinos del pueblo viven pendientes de la radio y las noticias que unos y
otros traen sobre el devenir de la guerra. El
lector descubre cómo avanza la contienda, según un bando y el otro, a través de
los niños y de lo que éstos escuchan en sus casas.
Sin
embargo, la aparente tranquilidad en la que vive Juan termina por romperse. Su tío Bernardo les comunica que se marcha
al frente porque no quiere esperar sentado mientras otros luchan por su
futuro. Al tiempo que su hermana María
le confiesa que ha quedado con Paco en un pueblo vecino donde él está
combatiendo. Tío Bernardo se marcha a la guerra con la oposición firme y
rotunda de la madre de Juan y su hermana viaja a casa de Catalina con la excusa
de pasar unos días junto a ella. Así un
bombardeo en Gramollers sorprende a unos y a otros en el lugar menos
esperado, y bajo los escombros de aquella barbarie se encuentra el mayor de los
silencios, el silencio en el corazón.
Jaume Cela refleja la crueldad de
la guerra desde diferentes puntos de vista. Posiblemente
sea la mirada inocente de un niño la que más cale en el lector, porque a medida
que avanza la narración, y también el conflicto, Juan y Jorge, toman consciencia
de que están madurando, y se plantean la posibilidad real de tener que ir al
frente si la guerra continúa. No obstante, ésta no es la única visión que se
muestra en el libro. También es interesante la de la madre que sufre porque es consciente de las implicaciones de una
guerra en la que sus hombres (maridos e hijos) son llamados al frente para
luchar en un conflicto en el que sus responsables directos nunca pisan el campo
de batalla o la perspectiva de un
idealista como el tío Bernardo. Sin embargo, es especialmente curiosa la figura de Don Ramón, el maestro del
pueblo. Anciano y pese a todo vital, este hombre, también republicano, lucha a diario para que sus alumnos no
pierdan lo verdaderamente importante, su capacidad de reflexionar y también la
de soñar. Él entiende que su oficio consiste en soplar sobre la
inteligencia de los jóvenes y encender en ellas “un gran fuego”.
De
hecho, quien escribe quiere resaltar su figura. Aparentemente no es un
personaje principal del relato, sin embargo su papel es crucial a lo largo del
mismo, quizá porque el autor es también docente, o puede, vaya usted a saber,
que sea Jaume Cela quien hable a través de este viejo maestro. Sea como sea, en su boca aparecen muchas de las claves de
la guerra y también de sus consecuencias.
Silencio en el corazón
es una obra recomendada para mayores de
14 años, que sin lugar a dudas, también puede leer un lector adulto con
resultados sumamente satisfactorio. En las aulas del segundo ciclo de la ESO
este relato puede servir tanto para las clases de Castellano: Lengua y
Literatura como para las de Historia. La
claridad en la organización de los contenidos, la coherencia en la estructura y
la calidad de las descripciones se dan la mano con la transparencia en la narración y el realismo de la historia. Todo esto crea un clima global que permite a un lector juvenil sentirse parte de los acontecimientos;
enamorarse con María y sentir angustia cuando Juan no puede quitarse de la
cabeza las dichosas moscas. Además, los amigos de este joven, Triquitraque y Cenicero
ponen un toque de humor a todo el
drama que envuelve el relato.
Sin
embargo, más allá de una simple lectura, este
libro permite que en el aula se reflexione sobre cuestiones transversales,
algo que contribuirá al desarrollo integral de los alumnos. Se puede invitar a
éstos a pensar sobre algunas de las frases pronunciadas a lo largo de la obra, como
la de la madre de Juan que dice que “si las
mujeres pudiéramos mandar no habría guerras”; la del propio Juan cuando dice
que “la amistad es, a veces, silencio”;
las del maestro cuando afirma que “los vencedores intentarán moldear el
pasado y el presente para poder escribir un futuro”; o la reflexión que el
tío Bernardo plantea sobre las dos historias, la que se escribe con mayúsculas
y aquella que, aun en minúsculas, es la que hace posible la primera.
En
cualquier caso, después de leer este libro de Jaume Cela uno tiene la sensación
que muchos corazones enmudecieron en aquella guerra y que quizá Juan tiene razón cuando afirma,
que aún sin saberlo, una parte de todos
ha quedado atrapada entre los escombros de Gramollers, también del lector.
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