La
monótona vida de las hermanas Etel, Leo y Manu se transforma cuando
una noche de mayo llega a su puerta una cesta con un bebé recién
nacido. Aunque, más bien, la vida que realmente cambia es la de ese
niño.
Las
tres señoritas, como las presenta Ana María Matute, deciden
quedarse con él pues todas son solteras y no tienen intención de
casarse ni de formar una familia. Además, están demasiado ocupadas
en sus proyectos de vida y en mantener la mansión que les dejó en
herencia su padre. Así pues, Marco Amado Manuel, conocido por Jujú,
es adoctrinado en casa por sus tres tías, como él las llama, que
nunca le ocultaron su procedencia.
Para
cada una de las tres señoritas la formación de Jujú consistía en
una cosa distinta. Manu se encargaba de prepararlo como hombre de
provecho para trabajar el campo, Etel se ocupaba de alimentar su
sabiduría y Leo de formarlo como todo un caballero, más propio de
los cuentos de hadas que de la vida moderna. A pesar de ser el centro
de atención en su casa, Jujú carecía de lo más importante en la
infancia de un niño: la amistad. Así, no es de extrañar que
acabara siendo amigo de un gallo, una paloma y su fiel perro,
Contramaestre. Juntos formaban la tripulación del 'Ulises', el barco
imaginario que cobraba vida en el desván y al que sólo Jujú, como
capitán, tenía acceso.
Los
años fueron avanzando entre clases, trabajo y horarios estrictos,
aunque siempre disponía de una hora libre que la dedicaba a
alimentar su diario de a bordo con misiones en mares y océanos por
descubrir. Una tarde, gracias a su paloma Tina, Jujú encuentra uno
de los hallazgos más importantes desde que comenzara sus aventuras
con el 'Ulises': la cámara secreta. Se trataba de un escondrijo a
modo de pasadizo en una de las paredes del desván, perfecto para
esconderse sin peligro de ser descubierto. Este elemento resulta ser
la clave para que Jujú pueda incluir un polizón en su navío. De
hecho, no desaprovecha la oportunidad cuando se le presenta la
ocasión, aunque este nuevo inquilino se tratara de un viejo preso
buscado por los guardias del tricornio.
Gracias
a este nuevo compañero de fatigas, Jujú comienza a sentirse
preparado para acometer con valentía el reto que llevaba esperando
desde hacía tiempo: huir de su hogar en busca de aventuras con
Polizón. La amistad que se fragua en el 'Ulises' no tiene límites
para Jujú: no duda en mentir, darse un hachazo en la pierna o
zambullirse en un río desbordado por el agua para seguir al lado del
único amigo que realmente ha tenido.
Lo
que Jujú desconocía es que, en ocasiones, no siempre el plan
programado resulta tan efectivo como uno piensa y, al final, debes
volver al lugar que correspondes.
La
amistad y las segundas oportunidades constituyen el eje central de la
trama El polizón del 'Ulises'. A través de la selecta
narrativa cargada de descripción que nos ofrece Ana María Matute,
conocemos a unos personajes que cambiarán para siempre tras este
pasaje de la vida de Jujú y su navío.
Por
la temática y edad del protagonista creo que su lectura es apropiada
para alumnos de 1º de ESO, pues al igual que Jujú pueden
enfrentarse a los primeros sinsabores de la amistad y a aprender de
las decepciones como parte clave del crecimiento personal. La
estructura clásica de este cuento, sumada a su moraleja final, es
sugerente para introducir al alumno en la reflexión y opinión personal de
los libros.
Aunque
la autora anuncia en el comienzo de la obra, y lo repita en el
desenlace, que lo importante de historia no radica en el lugar ni la
época, el lector no puede evitar viajar con su memoria a los años
franquistas. Los tricornios de los guardias y el destacamento penal,
así como alguna pista en las fechas del cuaderno de bitácora
(“19...”) evocan a la década de los 40 de la España de la
posguerra. El polizón, que acaba admitiendo su condición de ladrón,
bien podría ser un preso político. La explicación que le brinda a
Jujú sobre el porqué de su ingreso en el Destacamento - “todo
depende del lado desde donde se mire” - induce a pensar en los dos
bandos que se enfrentaron en la Guerra Civil.
Una
de las cosas que más llama la atención en este relato es la
variedad de dimensiones sobre los personajes femeninos, que a su vez
encarnan y se alejan de los patrones tradicionales asociados a la
mujer. Etel, Manu y Leo, aunque sean consideradas por el protagonista
como tías, representan a unos arquetipos maternos bien definidos. A
la primera, la maestra, sólo le preocupa la educación de Jujú; la
segunda, la severa, se interesa más por desarrollar su fuerza en el
trabajo práctico; y, por último, la mediana de las hermanas,
representa el papel de la indulgente, pues es la que más
sentimientos de compasión demuestra por el joven protagonista. De
esta manera, Jujú tiene que afrontar el hecho de ser criado por tres
tipos distintos de 'madre'. A pesar de este enjambre de identidades,
el pequeño no tiene más remedio que adaptarse ayudándose de
estrategias que le facilitan también solventar el inconveniente de
vivir encerrado en la mansión, sin apenas contacto con otros niños.
A
bordo del 'Ulises' los muros del desván desaparecen para Jujú y su
imaginación navega tiene límites. Este mundo paralelo cobra un
significado mayor cuando acoge en su desván a Polizón, con el que
comparte el sueño de conseguir la libertad. El primer amigo humano
de Jujú asume el papel de antagonista y es, junto al protagonista,
el que más sufre un proceso de transformación. Pasa de ser un
presidiario a un héroe; de actuar por impulsos a reflexionar; de
culpar a asumir su parte de responsabilidad; y de mentir a un aliado
a decir la verdad a un amigo. El tiempo que pasó como polizón del
'Ulises' hace mella en su viejo corazón y es en el momento preciso
cuando él asume la obligación de devolverle el favor, pues Jujú ya
le salvó la vida en dos ocasiones: la primera, al no delatarle y la
segunda, al curarle la herida.
El
proceso de aprendizaje de Jujú con respecto a la amistad es mucho
más abrupto pues no concibe la traición y se niega a abandonar sus fantasías y aventuras infantiles, a pesar de
ser consciente de que su inocencia había sido utilizada. De esta
manera, Jujú crece, aprendiendo una lección que le hace preguntarse
si no ha llegado ya el momento de afrontar la realidad.
Como
el Odiseo de Homero vuelve a Ítaca tras su paso por islas y mares,
Jujú también debe volver a su hogar una vez vivida la mayor de sus
aventuras, poniendo fin a su niñez. Al fin y al cabo, si se
convirtió en todo un capitán de un navío también fue gracias a
sus tías.
Silvia Muñoz Cuello
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