martes, 29 de enero de 2013

El polizón del 'Ulises', Ana María Matute


La monótona vida de las hermanas Etel, Leo y Manu se transforma cuando una noche de mayo llega a su puerta una cesta con un bebé recién nacido. Aunque, más bien, la vida que realmente cambia es la de ese niño.
Las tres señoritas, como las presenta Ana María Matute, deciden quedarse con él pues todas son solteras y no tienen intención de casarse ni de formar una familia. Además, están demasiado ocupadas en sus proyectos de vida y en mantener la mansión que les dejó en herencia su padre. Así pues, Marco Amado Manuel, conocido por Jujú, es adoctrinado en casa por sus tres tías, como él las llama, que nunca le ocultaron su procedencia.
Para cada una de las tres señoritas la formación de Jujú consistía en una cosa distinta. Manu se encargaba de prepararlo como hombre de provecho para trabajar el campo, Etel se ocupaba de alimentar su sabiduría y Leo de formarlo como todo un caballero, más propio de los cuentos de hadas que de la vida moderna. A pesar de ser el centro de atención en su casa, Jujú carecía de lo más importante en la infancia de un niño: la amistad. Así, no es de extrañar que acabara siendo amigo de un gallo, una paloma y su fiel perro, Contramaestre. Juntos formaban la tripulación del 'Ulises', el barco imaginario que cobraba vida en el desván y al que sólo Jujú, como capitán, tenía acceso.
Los años fueron avanzando entre clases, trabajo y horarios estrictos, aunque siempre disponía de una hora libre que la dedicaba a alimentar su diario de a bordo con misiones en mares y océanos por descubrir. Una tarde, gracias a su paloma Tina, Jujú encuentra uno de los hallazgos más importantes desde que comenzara sus aventuras con el 'Ulises': la cámara secreta. Se trataba de un escondrijo a modo de pasadizo en una de las paredes del desván, perfecto para esconderse sin peligro de ser descubierto. Este elemento resulta ser la clave para que Jujú pueda incluir un polizón en su navío. De hecho, no desaprovecha la oportunidad cuando se le presenta la ocasión, aunque este nuevo inquilino se tratara de un viejo preso buscado por los guardias del tricornio.
Gracias a este nuevo compañero de fatigas, Jujú comienza a sentirse preparado para acometer con valentía el reto que llevaba esperando desde hacía tiempo: huir de su hogar en busca de aventuras con Polizón. La amistad que se fragua en el 'Ulises' no tiene límites para Jujú: no duda en mentir, darse un hachazo en la pierna o zambullirse en un río desbordado por el agua para seguir al lado del único amigo que realmente ha tenido.
Lo que Jujú desconocía es que, en ocasiones, no siempre el plan programado resulta tan efectivo como uno piensa y, al final, debes volver al lugar que correspondes.



La amistad y las segundas oportunidades constituyen el eje central de la trama El polizón del 'Ulises'. A través de la selecta narrativa cargada de descripción que nos ofrece Ana María Matute, conocemos a unos personajes que cambiarán para siempre tras este pasaje de la vida de Jujú y su navío.

Por la temática y edad del protagonista creo que su lectura es apropiada para alumnos de 1º de ESO, pues al igual que Jujú pueden enfrentarse a los primeros sinsabores de la amistad y a aprender de las decepciones como parte clave del crecimiento personal. La estructura clásica de este cuento, sumada a su moraleja final, es sugerente para introducir al alumno en la reflexión y opinión personal de los libros.

Aunque la autora anuncia en el comienzo de la obra, y lo repita en el desenlace, que lo importante de historia no radica en el lugar ni la época, el lector no puede evitar viajar con su memoria a los años franquistas. Los tricornios de los guardias y el destacamento penal, así como alguna pista en las fechas del cuaderno de bitácora (“19...”) evocan a la década de los 40 de la España de la posguerra. El polizón, que acaba admitiendo su condición de ladrón, bien podría ser un preso político. La explicación que le brinda a Jujú sobre el porqué de su ingreso en el Destacamento - “todo depende del lado desde donde se mire” - induce a pensar en los dos bandos que se enfrentaron en la Guerra Civil.

Una de las cosas que más llama la atención en este relato es la variedad de dimensiones sobre los personajes femeninos, que a su vez encarnan y se alejan de los patrones tradicionales asociados a la mujer. Etel, Manu y Leo, aunque sean consideradas por el protagonista como tías, representan a unos arquetipos maternos bien definidos. A la primera, la maestra, sólo le preocupa la educación de Jujú; la segunda, la severa, se interesa más por desarrollar su fuerza en el trabajo práctico; y, por último, la mediana de las hermanas, representa el papel de la indulgente, pues es la que más sentimientos de compasión demuestra por el joven protagonista. De esta manera, Jujú tiene que afrontar el hecho de ser criado por tres tipos distintos de 'madre'. A pesar de este enjambre de identidades, el pequeño no tiene más remedio que adaptarse ayudándose de estrategias que le facilitan también solventar el inconveniente de vivir encerrado en la mansión, sin apenas contacto con otros niños.
A bordo del 'Ulises' los muros del desván desaparecen para Jujú y su imaginación navega tiene límites. Este mundo paralelo cobra un significado mayor cuando acoge en su desván a Polizón, con el que comparte el sueño de conseguir la libertad. El primer amigo humano de Jujú asume el papel de antagonista y es, junto al protagonista, el que más sufre un proceso de transformación. Pasa de ser un presidiario a un héroe; de actuar por impulsos a reflexionar; de culpar a asumir su parte de responsabilidad; y de mentir a un aliado a decir la verdad a un amigo. El tiempo que pasó como polizón del 'Ulises' hace mella en su viejo corazón y es en el momento preciso cuando él asume la obligación de devolverle el favor, pues Jujú ya le salvó la vida en dos ocasiones: la primera, al no delatarle y la segunda, al curarle la herida.

El proceso de aprendizaje de Jujú con respecto a la amistad es mucho más abrupto pues no concibe la traición y se niega a abandonar sus fantasías y aventuras infantiles, a pesar de ser consciente de que su inocencia había sido utilizada. De esta manera, Jujú crece, aprendiendo una lección que le hace preguntarse si no ha llegado ya el momento de afrontar la realidad.

Como el Odiseo de Homero vuelve a Ítaca tras su paso por islas y mares, Jujú también debe volver a su hogar una vez vivida la mayor de sus aventuras, poniendo fin a su niñez. Al fin y al cabo, si se convirtió en todo un capitán de un navío también fue gracias a sus tías. 

Silvia Muñoz Cuello

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