jueves, 31 de enero de 2013

Morirás en Chafarinas - Fernando Lalana




La formación de Fernando Lalana dista mucho de ser la de un humanista o un ilustrado –cursó únicamente estudios de Derecho- pero a pesar de ello muestra cierta soltura a la hora de redactar que parece deleitar a sus jóvenes lectores, habiendo sido traducido incluso al coreano. Los premios recibidos son muchos: en tres ocasiones el Gran Angular, el premio Barco de Vapor y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, recibido en 1991 por la novela que nos interesa, Morirás en Chafarinas.

Cuando Fernando Lalana escribe esta novela cuenta ya con un bagaje y una experiencia de escritor considerable. La obra, efectivamente, en apenas una páginas, introduce de pleno al lector en una acción que a medida que va avanzando se vuelve más trepidante hasta llegar a un momento álgido en la isla que da título a la novela. Como se ha dicho, el ritmo es trepidante, las acciones se van acumulando dando a la novela un aire misterioso que engancha al lector. Podríamos afirmar que dichas acciones tienen un aire tenebroso, donde el conflicto se resuelve en unas cuantas secuencias de gran efectismo. Pero ¿qué es lo que ocurre en la novela? Se narra la penuria de la vida de los soldados españoles en la guarnición de Melilla y en las islas Chafarinas, ubicadas en la frontera entre Marruecos y Argelia. El nombre de la novela, pues, no ha sido una elección casual, ya que revela el destino de muchos jóvenes militares españoles que fueron enviados allí durante siglos: en Morirás en Chafarinas los hechos se sitúan en el siglo XX, pero la presencia militar de España en las costas de África del Norte había surgido ya en el siglo XVI. Por ello, creo que esta obra podría encajar perfectamente en 4º de la ESO, no solamente porque permite profundizar en los acontecimientos históricos contemporáneos, sino también porque presenta todos los ingredientes para motivarles en la lectura: a medio camino entre la novela negra y el relato de aventuras (según la sinopsis), los temas presentados fácilmente pueden atrapar a los lectores y su madurez les permite comprenderlos sin dificultades. 

Para la redacción de esta historia, el autor se ha inspirado en su propia experiencia, cuando hizo el servicio militar en la ciudad de Melilla, en donde transcurren las acciones durante una semana. Una serie de misteriosas muertes está sucediéndose en el cuartel de regulares de Melilla: primero, un suicidio, que se presenta más tardes como una sobredosis. Todo parece apuntar a que la causa de estas muertes tiene que ver con el consumo de heroína, frenado por la carencia que se ha producido en la ciudad de esta droga. Cidraque, uno de los dos protagonistas de la historia, un joven superdotado, es encargado por el capitán Contreras de conducir una investigación paralela a la del gobierno Militar. Cidraque convence a Jaime, el narrador de la novela, para que le ayude en su misión. En cuanto ocurre la tercera muerte, que parece ser un homicidio por el capitán Gayarre en defensa propia. Contreras libera a Cidraque de su tarea de espionaje de sus compañeros, sin ninguna explicación. Todo lo que han descubierto Cidraque y Jaime hasta ese momento, sin embargo, ha despertado tanto su curiosidad que continúan sus indagaciones a escondidas: piensan que las tres muertes no se habían producido por circunstancias fatales sino que se trataba de asesinatos, y que Gayarre mató de forma premeditada a Villalba. Efectivamente, el jueves descubren que la venta y distribución de droga en la ciudad parecen estar dirigidas por la Lavandería Moderna, de propiedad de los dos capitanes. Todo se resuelve el sábado en la isla de Chafarinas, donde los protagonistas, a través de los mapas robados en el cuartel de una red de galerías por debajo del mar, siguen a Contreras en su recorrido para desplazarse al lugar pactado para recoger la droga. Tras la muerte de varios personajes secundarios y de Contreras, se descubren las verdaderas intenciones de Cidraque con respecto a la investigación. El final, además, es abierto y ni en la última página se resuelve.

El autor, a través de Jaime, retrata fielmente los lugares y las sensaciones que una ciudad como Melilla pueden suscitar en un joven militar de veinte años: “Cerraba yo entonces los ojos, tratando de añadir a aquel sonido la algarabía del más de medio millar de personas que, noche tras noche, abarrotaban el local como en un rito (…) Era para morirse: un año en Melilla y sin poder lucir el smoking, ni la sonrisa, ni el porte” (pág. 73). En las descripciones hay un tono que, en ocasiones, roza el lirismo, donde se puede apreciar la reflexión del mismo autor, que vuelve a recordar su vivencia con la perspectiva que le otorgan los años: “Lo hicimos casi en silencio, disfrutando del aire limpísimo que, por fortuna, empezaba a refrescar; de la vista nocturna de Melilla, cuyo bullicio llegaba hasta nosotros amortizado por la distancia, pero impregnado de ese inconfundible palpito jugador y cabaretero; del olor del Mediterráneo, tan diferente a sí mismo a cada instante; de la luz de la luna llena de África, inigualable” (pág.26, y otro ejemplo está en la página 82). Melilla, pues, es descrita como un lugar donde lo viejo y lo nuevo, lo occidental y lo oriental, lo civil y lo militar conviven a duras penas, y Jaime no deja de denunciarlo: “La Mezquita (…) Ni hablar, yo no me meto en semejante sitio. Podríamos crear un conflicto religioso internacional o algo por el estilo. ¿Tienes idea de cómo las gastan los integristas islámicos? Si por robar una pera te cortan la mano, imagínate… (pág.15)”.

En lo que respecta a la lengua y el estilo, Lalana hace largo empleo de la jerga militar. Esto puede acercar la novela a los más jóvenes o bien alejarlos por pensar que este registro ya está un poco obsoleto o es propio de la generación de sus padres. Sin embargo, las notas humorísticas con las que carga la narración contribuyen a avalar la primera opción: “La cantinela del furriel repartiendo los servicios para el día siguiente, dejando un rastro de alivio o de consolación, según el caso. Y, por último, esa orden de ¡rompan filas!, contestada por la tropa con un rotundo ¡aire!, seguido por la desbandada general en busca del catre” (pág.146). Es un mundo, el militar, que permite abrir una ventana al contexto histórico en que transcurre la novela: el contencioso entre España y Marruecos por la reivindicación de los territorios en el suelo africano, de posesión española (“Esas son cosas que pasan en el Tercer mundo, no en mi país. Y, sin embrago. Están aquí mismo (…). El resentimiento, la miseria, el desarraigo y el odio. Son niños correteando desnudos. Y muchachos con la obligación de buscarse a diario el sustento a cualquier precio. Y jóvenes que sueñan con una Melilla marroquí, libre del yugo español”, pág.81).
Además, el mundo militar le sirve al autor para poner de relieve uno de los valores más importantes en este ambiente: la camaradería. La complicidad entre Jaime y Cidraque es muy intensa, hasta convertirse en un verdadero sentimiento de cariño: el protagonista pone en peligro su vida para ayudar al compañero, por ejemplo en el episodio de la Lavandería, y este afecto parece evidente al final de la novela, cuando Jaime le dice: “Me voy contigo a Chafarinas. (…) Cidraque se me había quedado mirando, boquiabierto. De pronto noté como los ojos se le humedecían, se me acercó y me abrazó, emocionadísimo” (pág.150).

El tema de la droga es central en la novela, ya que desencadena los trepidantes sucesos. Es evidente como el autor quiere transmitir mensajes claros a los lectores a través de su tratamiento. Los drogadictos se presentan como personas débiles y miedosas: aparte de Júdez, que enloquece por una dosis envenenada, Villalba, la tercera víctima, muestra toda su cobardía cuando le pide a Adolfo que le cambie el turno de guardia, porque no quería enfrentarse a Gayarre. La droga se representa como un demonio capaz de transformar a las personas en monstruos: el capitán Contreras no duda en hacer matar a su mujer para tener una excusa de suficiente peso para volver a Melilla cuanto antes con la droga. Sin embargo, lo que más va a decepcionar a los lectores será la revelación de la verdadera naturaleza de Cidraque; de joven superdotado cual era: “Por fortuna poseo una vista excelente. Y también bastante habilidad para leer al revés (…) Ya que me mencionas tu examen de ascenso a cabo, te diré que es, sin duda, el más brillante (…) de toda la Comandancia General de Melilla en muchos años” (pág. 43), del sincero afecto encontrado en la persona de Jaime, se deja seducir por las oportunidades de poder y riqueza proporcionados por la venta de droga, llegando a defraudar a su amigo. Jaime, en cambio, se mantiene firme, honesto e integro hasta el final, ya que no acepta la propuesta de repartirse los sacos de heroínas a medias y, además, estaría dispuesto a morir para no dejar escapar al traidor. Esto me parece ser una grande lección de vida que la novela transmite a los alumnos: no dejar que los paraísos artificiales corrompan nuestros valores y perseguirlos a toda costa.  



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