Isabel Martínez Moreno//
Al
volver la vista atrás contemplamos con asombro que tal o cual hecho nos ha marcado,
que las dificultades de entonces son experiencias ahora y descubrimos que hemos
evolucionado. Eso es lo que experimenta la protagonista de Memorias de una vaca. Una obra de Bernardo Atxaga (seudónimo de
José Irazu Garmendia) en la que Mo
realiza una curiosa reflexión sobre la condición humana desde el punto
de vista de este animal de rabo y cuernos. Ésta describe detalladamente su vida
desde su nacimiento en el establo de Balanzategui
hasta su llegada a un convento de la mano de
Pauline Bernardette. Su periplo vital transcurre en paralelo a una
afirmación que la marcará desde su llegada al mundo, cuando otra vaca, La Vache
que Rit, le dice que “no hay nada más
tonto que una vaca tonta”. Algo que unido a las ilusiones de Mo por ser caballo
o gato le llevarán continuamente a luchar por demostrar que ella no es una vaca
tonta. Quiere desvincularse del resto de
sus compañeras de pesebre que únicamente se preocupan de pastar y dormir. Por
eso observa con detenimiento todo cuando le rodea y de vez en cuando, no
siempre porque se cansa, reflexiona sobre aquello que ve.
Además, cuenta con el inexorable apoyo de El
Pesado, su conciencia interior que la pone a prueba continuamente para que
use la lógica y pueda pasar de ser una
vaca Alfa a una Omega. De hecho, es curioso como éste la insta una y otra
vez a sentirse orgullosa de su condición de vaca, hasta el punto de contarle la
historia de la “Vaca” de Troya.
El conjunto de la obra,
ambientado en el País Vasco durante la Guerra Civil y los años posteriores, está
marcado por la Ruleta de los Secretos que se ocultan en las tierras de la
señorita Genoveva y los misteriosos hombres, que de vez en cuando, bajan de los
bosques hasta la casa de ésta. Así como por las aventuras de la monja que acompañará a Mo en la segunda etapa
de su vida, cuando ya es una vaca libre. Sin embargo, nada es lo que parece y cuando todo ha dado las vueltas necesarias,
porque como explica El Pesado no es bueno precipitarse, esta vaca descubre la verdad acerca de los misterios que rodean su
primera casa.
De
hecho, a través de la narración observamos cómo ha evolucionado este animal hasta convertirse definitivamente en una vaca
Omega, como le reclamaba su conciencia. Las partes del relato referidas a Balanzategui están marcadas por la incertidumbre, el
deseo de saber y averiguar. Se trataba de una vaca joven que veía pero
estaba aprendiendo a mirar. Sin embargo, las
historias del convento están cargadas de humor y tranquilidad. Mo ya es capaz
de reflexionar sobre su experiencia y de ahí que sienta la necesidad de plasmarla.
Asistimos a un ir y venir de recuerdos
que se agolpan sin más orden que el de la propia memoria de Mo,
que finalmente decide dejar de escribir por miedo a que cuando lo haya contado
todo, la muerte le esté esperando. No obstante, el retrato que se dibuja a
partir de los relatos de esta vaca supone un
desfile incesante de perfiles humanos de muy distinta índole. Presentados
al descubierto en ocasiones, y en otras ocultos tras los cuerpos recios y cornudos
de las vacas. Así, desfilan ante los ojos del lector las miserias de la condición
humana, pero también sentimientos nobles como la amistad o el sacrificio por lo
que uno cree.
Bernardo
Atxaga nos relata, a través de los ojos
de esta tierna vaca negra, un diálogo abierto de uno consigo mismo por
superarse y la necesidad de dotar de sentido a todo cuanto nos rodea para poder
continuar nuestro camino. El Pesado hace
las veces de maestro que descubre aquello que de ninguna forma una vaca recién
nacida podría saber y también de conciencia
que conduce por las veredas más adecuadas.
De
ahí que Memorias de una vaca sea, a
mi parecer, un libro recomendado para el
segundo ciclo de la ESO. No obstante, cualquier tipo de público puede
leerlo sin miedo a aburrirse con una historia escrita para un público juvenil. Sin
embargo, para un lector del primer ciclo de la ESO no me parece adecuada porque
nos encontramos ante una lectura compleja
que exigirá al lector dotes importantes de comprensión, análisis y reflexión.
La
narración, lejos de ser lineal, salta de un momento cronológico a otro, sin más
aclaración que el intertexto que el lector se va generando a medida que avanza
en su lectura. Además, hay elementos que
se pasan por alto a expensas de que el lector interprete y realice inferencias.
Esto, que por un lado es muy positivo, porque genera expectativas y te invita a
no dejar de leer, por otro, puede conducir a un lector poco docto, a perder la
paciencia y dejar la obra.
Asimismo,
es preciso señalar la importancia del
lenguaje que aparece como una de las claves de este relato en el que se dan
cita palabras vascas y también galas. Así como términos inteligibles que sólo
La Vache qui Rit es capaz de entender. Elementos que nos hablan del contexto y
también de los propios personajes. Junto a esto el humor es otra de las claves
de este libro y se aprecia de forma clara en las historias protagonizadas por
Pauline.
Todo
esto conforma una historia de intrigas y risas que la convierten en atractiva
para un lector que busca las aventuras
de una simple vaca y se encuentra con la historia de Mo.
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