jueves, 17 de enero de 2013

Días de Reyes Magos

Axel Ramírez Vitoria/ Días de Reyes Magos, escrita por Emilio Pascual y ganadora del Premio Lazarillo de 1998 y el Premio Nacional de literatura infantil y juvenil del año 2000, es una obra que no podemos dejar de recomendar al lector adolescente. No sólo por sus méritos propios (que los tiene), sino por los préstamos de altos intereses a toda una biblioteca de grandes clásicos de la literatura universal.

La principal virtud del libro desde el punto de vista didáctico es su capacidad de cautivar de forma que logra generar interés por la propia lectura a una edad tan difícil para la afición. Y todo esto apelando a la lectura misma. Pero... ¿cómo lo consigue?


Un estilo sin concesiones


El autor no suele rebajar el nivel literario. Las escasas incursiones en el registro coloquial hacen acto de presencia en las conversaciones entre Uli, el protagonista, y Cali, su amiga e interés romántico, de manera que crean un marcado contraste. Este léxico será sin duda un reto para el joven lector (y, como todo buen reto, pretende ser un desafío para los valientes), pero gracias a esta característica el libro no sólo apela al lector joven, sino a uno universal.

Por otro lado, el lenguaje más maduro cumple una función principal: gran parte de las expresiones complicadas para el público adolescente constituyen alusiones, citas directas y referencias varias a otras obras, como ya se detallará más adelante.

Pascual busca involucrar al adolescente recurriendo a un narrador protagonista en tiempo pretérito, sin saltos temporales inesperados o alargados, exceptuando el de cinco años del primer a segundo capítulo. Además, Ulises experimenta un crecimiento de los 8 a los 17 años a lo largo de la obra (centrándose en la transición de los 16 a los 17). A este proceso de identificación debemos sumar la cercanía que le confieren los escenarios (el metro y el hogar, evitando el manido instituto) y la universalidad del relato (no se adscribe a tiempo ni lugar, con una única vaga mención a las monedas de 25 pesetas).

Sin embargo, es a través de la selección y modo de presentar los temas como logra conquistarlo definitivamente.

Temas adolescentes y adultos


Con tal de atrapar al lector, Pascual comienza la narración abordando dilemas propios de la edad, universales: el deseo de huir, el conflicto entre padres e hijos y entre los propios progenitores, el absentismo escolar, el poco amor a lo que se imparte en la escuela, las ganas de experimentar el mundo, la extinción del amor, la pérdida de la inocencia y la magia...

Y, por encima de todo, sitúa al protagonista (y, por ende, al lector), en una encrucijada que todo joven se ha planteado con mayor o menor seriedad: la posibilidad de abandonar el hogar familiar. A partir de este conflicto interno, el escritor incorpora a la narración otros asuntos más maduros o escabrosos: la infidelidad, la separación, el amor mudo de quienes nos rodean, el abandono paterno, la violencia física e incluso la locura, el fracaso vital y el suicidio.

De igual manera que el autor no rebaja la calidad del lenguaje, tampoco edulcora estos temas más duros: los presenta descarnadamente y, antes que centrarse en su impacto emocional sobre Ulises, prefiere mostrarnos cómo el protagonista sigue adelante contra los obstáculos. El relato se centra en la actitud con la que éste los afronta e interpreta, no cómo le hunden en la miseria o la depresión.

Pero este carácter luchador, optimista, no es la trama principal, sino el resultado de un método que deviene trama y principal virtud didáctica del libro: el desarrollo del amor a la lectura.

Un libro sobre leer


A medida que Emilio Pascual profundiza en los asuntos de interés, integra progresivamente en la narración el descubrimiento de la lectura, de manera que va ganando relevancia, al principio como vía de escape para ventilar las frustraciones cotidianas, hasta alcanzar una posición dominante como fin en sí mismo.

Desde la práctica ignorancia sobre y, más aún, desapego por la literatura, Ulises acaba abrazando la lectura de los clásicos universales. La obra muestra al joven lector qué, cómo y por qué leer. Pero no sólo transmite alabanzas a la lectura. En el final de la obra se narra la triste realidad del progenitor, que vivía para leer, mientras que su hijo ha aprendido a leer para vivir, experimentar de forma más plena.

Además, el autor traslada su pasión por la lengua misma en no pocas reflexiones de corte metalingüístico que observan recursos tipográficos, inducen a reflexionar sobre la elección de palabras y su significado intrínseco...

Con tal de destacar las virtudes del noble hábito de la lectura, Pascual emplea diversos recursos: ridiculiza a aquellos que desconocen las referencias literarias, describe con todo detalle el deleite y la pasión de ávidos lectores como Cali y el ciego (de forma que el lector no puede evitar verse contagiado), o muestra la utilidad práctica de los conocimientos e intereses despertados por la lectura.

Pero la principal manera es la integración de obras, autores y personajes en la propia trama, de forma que resultan vitales para la interpretación del texto.

Un libro hipertextual


La característica definitoria de Días de Reyes Magos es su naturaleza hipertextual, aun siendo un libro en soporte físico: mediante la alusión, cita y reformulación, Pascual referencia otros libros y escritores de una forma sutil que afecta a la trama. Por ejemplo, el ciego Demódoco se relaciona con el padre y la cruel Jantipa con la madre, la relación Lazarillo y ciego se asimila con la del protagonista y su mentor literario, Ulises manifiesta su deseo de verse envuelto en una conspiración bondadosa e invisible como la de Matar a un ruiseñor...

De esta manera, el escritor juega con las interpretaciones e inferencias de los lectores con respecto a la trama y el comportamiento de los personajes. Según el nivel de competencia lectoliteraria cada lector relacionará con su intertexto, el conjunto de obras leídas y experiencias vitales, creando nuevos significados.

Este diálogo con la obra según las propias condiciones es el que convierte a la última en un relato inmortal: Cada persona no sólo se formulará hipótesis y adivinará antes o después el desenlace, sino que disfrutará de diferente manera según haya incorporado a su intertexto las decenas de obras citadas. Y, más aún, a medida que vaya leyéndolas, puede efectuar una relectura del libro y experimentar de forma diferente la historia.

Y, todavía más meritorio, el interrogatorio continuo a los conocimientos del lector, su intertexto, busca enriquecer su lectura aconsejando, planteando preguntas sin responder, insinuando... en definitiva, despertando la curiosidad.


En sintonía con la historia, las evocadoras ilustraciones de Javier Serrano, fragmentos seleccionados de cuadros enteros, aluden de soslayo a elementos posteriores y anteriores en la narración, invitando a una reinterpretación de las mismas y a contemplarlas en su conjunto tras leer la obra.

Un libro docente


Si la constante referencia textual incita al lector a informarse por sí mismo, las herramientas y recursos que ofrece internet facilitan más que nunca este proceso de obtención de conocimiento. Por lo tanto, pese a ser un candidato ideal para poseer una versión digitalizada, esta suerte de “hiperlibro”, más vigente que nunca por su estructura y utilidad, sólo está disponible en papel.

Nos encontramos ante un libro que recomienda por sí mismo, que desafía a informarse en una era en la que el saber está a un “click” del ratón y resulta más cautivador que nunca (¿quién no ha perdido incontables minutos con una inocente visita a la Wikipedia?), un libro que, aunque por mera cantidad y disparidad de referencias, es imposible que no despierte un mínimo interés, la más ligera sed de conocimiento. Con toda probabilidad, el lector probará con una de las muchas obras.

Esta carta de amor a la literatura prácticamente le hace el trabajo al profesor.

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