Axel Ramírez Vitoria/ Días de Reyes Magos, escrita por Emilio
Pascual y ganadora del Premio Lazarillo de 1998 y el Premio
Nacional de literatura infantil y juvenil del año 2000, es una obra
que no podemos dejar de
recomendar al lector adolescente.
No sólo por sus méritos propios (que los tiene), sino por los
préstamos de altos intereses a toda una biblioteca de grandes
clásicos de la literatura universal.
La
principal virtud del libro desde el punto de vista didáctico es su
capacidad de cautivar de forma que logra generar
interés por la propia lectura
a una edad
tan difícil para la afición. Y todo esto apelando a la lectura
misma. Pero... ¿cómo lo consigue?
Un estilo sin concesiones
El
autor no suele rebajar el nivel literario. Las escasas
incursiones en el registro coloquial hacen acto de presencia en las
conversaciones entre Uli, el protagonista, y Cali, su amiga e interés
romántico, de manera que crean un marcado contraste. Este léxico
será sin duda un reto para el joven lector (y, como todo buen reto,
pretende ser un desafío para los valientes), pero gracias a esta
característica el libro no sólo apela al lector joven, sino a uno
universal.
Por
otro lado, el lenguaje más maduro cumple una función principal:
gran parte de las expresiones complicadas para el público
adolescente constituyen alusiones, citas directas y referencias
varias a otras obras, como ya se detallará más adelante.
Pascual
busca involucrar al adolescente recurriendo a un narrador
protagonista en tiempo pretérito, sin saltos temporales
inesperados o alargados, exceptuando el de cinco años del primer a
segundo capítulo. Además, Ulises experimenta un crecimiento de los
8 a los 17 años a lo largo de la obra (centrándose en la transición
de los 16 a los 17). A este proceso de identificación
debemos sumar la cercanía que le confieren los escenarios (el
metro y el hogar, evitando el manido instituto) y la universalidad
del relato (no se adscribe a tiempo ni lugar, con una única vaga
mención a las monedas de 25 pesetas).
Sin
embargo, es a través de la selección y modo de presentar los temas
como logra conquistarlo definitivamente.
Temas adolescentes y adultos
Con
tal de atrapar al lector, Pascual comienza la narración abordando
dilemas propios de la edad, universales: el deseo de huir, el
conflicto entre padres e hijos y entre los propios progenitores, el
absentismo escolar, el poco amor a lo que se imparte en la escuela,
las ganas de experimentar el mundo, la extinción del amor, la
pérdida de la inocencia y la magia...
Y,
por encima de todo, sitúa al protagonista (y, por ende, al lector),
en una encrucijada que todo joven se ha planteado con mayor o
menor seriedad: la posibilidad de abandonar el hogar familiar. A
partir de este conflicto interno, el escritor incorpora a la
narración otros asuntos más maduros o escabrosos: la infidelidad,
la separación, el amor mudo de quienes nos rodean, el abandono
paterno, la violencia física e incluso la locura, el fracaso vital y
el suicidio.
De
igual manera que el autor no rebaja la calidad del lenguaje, tampoco
edulcora estos temas más duros: los presenta descarnadamente y,
antes que centrarse en su impacto emocional sobre Ulises, prefiere
mostrarnos cómo el protagonista sigue adelante contra los
obstáculos. El relato se centra en la actitud con la que éste los
afronta e interpreta, no cómo le hunden en la miseria o la
depresión.
Pero
este carácter luchador, optimista, no es la trama principal, sino el
resultado de un método que deviene trama y principal virtud
didáctica del libro: el desarrollo del amor a la lectura.
Un libro sobre leer
A
medida que Emilio Pascual profundiza en los asuntos de interés,
integra progresivamente en la narración el descubrimiento de la
lectura, de manera que va ganando relevancia, al principio como
vía de escape para ventilar las frustraciones cotidianas, hasta
alcanzar una posición dominante como fin en sí mismo.
Desde
la práctica ignorancia sobre y, más aún, desapego por la
literatura, Ulises acaba abrazando la lectura de los clásicos
universales. La obra muestra al joven lector qué, cómo y por qué
leer. Pero no sólo transmite alabanzas a la lectura. En el final de
la obra se narra la triste realidad del progenitor, que vivía para
leer, mientras que su hijo ha aprendido a leer para vivir,
experimentar de forma más plena.
Además,
el autor traslada su pasión por la lengua misma en no pocas
reflexiones de corte metalingüístico que observan recursos
tipográficos, inducen a reflexionar sobre la elección de palabras y
su significado intrínseco...
Con
tal de destacar las virtudes del noble hábito de la lectura, Pascual
emplea diversos recursos: ridiculiza a aquellos que desconocen
las referencias literarias, describe con todo detalle el deleite y la
pasión de ávidos lectores como Cali y el ciego (de forma que el
lector no puede evitar verse contagiado), o muestra la utilidad
práctica de los conocimientos e intereses despertados por la
lectura.
Pero
la principal manera es la integración de obras, autores y
personajes en la propia trama, de forma que resultan vitales para
la interpretación del texto.
Un libro hipertextual
La
característica definitoria de Días de Reyes Magos es su
naturaleza hipertextual,
aun siendo un libro en soporte físico: mediante la alusión, cita y
reformulación, Pascual referencia otros libros y escritores de una
forma sutil que afecta a la trama. Por ejemplo, el ciego Demódoco
se relaciona con el padre y la cruel Jantipa
con la madre, la relación Lazarillo y ciego se asimila con la del
protagonista y su mentor literario, Ulises manifiesta su deseo de
verse envuelto en una conspiración bondadosa e invisible como la de
Matar a un ruiseñor...
De
esta manera, el escritor juega con las interpretaciones e inferencias
de los lectores con respecto a la trama y el comportamiento de los
personajes. Según el nivel de competencia lectoliteraria cada lector
relacionará con su intertexto,
el conjunto de obras leídas y experiencias vitales, creando nuevos
significados.
Este
diálogo con la obra según las propias condiciones es el que
convierte a la última en un relato inmortal: Cada persona no
sólo se formulará hipótesis y adivinará antes o después el
desenlace, sino que disfrutará de diferente manera según haya
incorporado a su intertexto las decenas de obras citadas. Y, más
aún, a medida que vaya leyéndolas, puede efectuar una relectura
del libro y experimentar de forma diferente la historia.
Y,
todavía más meritorio, el interrogatorio continuo a los
conocimientos del lector, su intertexto, busca enriquecer su
lectura aconsejando, planteando preguntas sin responder,
insinuando... en definitiva, despertando la curiosidad.
En
sintonía con la historia, las evocadoras ilustraciones de
Javier
Serrano, fragmentos seleccionados de cuadros enteros, aluden de
soslayo a elementos posteriores y anteriores en la narración,
invitando a una reinterpretación de las mismas y a
contemplarlas en su conjunto tras leer la obra.
Un libro docente
Si la
constante referencia textual incita al lector a informarse por sí
mismo, las herramientas y recursos que ofrece internet
facilitan más que nunca este proceso de obtención de conocimiento.
Por lo tanto, pese a ser un candidato ideal para poseer una versión
digitalizada, esta suerte de “hiperlibro”,
más vigente que nunca por su estructura y utilidad, sólo está
disponible en papel.
Nos
encontramos ante un libro que recomienda por sí mismo, que
desafía a informarse en una era en la que el saber está a un
“click” del ratón y resulta más cautivador que nunca (¿quién
no ha perdido incontables minutos con una inocente visita a la
Wikipedia?), un libro que,
aunque por mera cantidad y disparidad de referencias, es imposible
que no despierte un mínimo interés, la más ligera
sed de conocimiento. Con toda probabilidad, el lector probará
con una de las muchas obras.
Esta
carta de amor a la literatura prácticamente le hace el
trabajo al profesor.
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