La moderna Caperucita Roja
se llama Sara Allen, tiene diez años y vive con sus padres en Brooklyn. Es una niña que experimenta el deseo de abrirse al mundo desde la confianza y la curiosidad, si
bien su vida
está condicionada por el aburrimiento y la ausencia de nuevas experiencias; mejor dicho,
es la vida de sus padres y vecinos la
que responde a las últimas características, mientras en la mente de Sara se
generan y mezclan fantasías y sueños alegres que, sin embargo, no puede compartir con nadie. Nuestra pequeña protagonista no aguanta la
monotonía de su vida familiar y tiene
ansias de aventura y libertad.
Sara tiene limitado contacto con el exterior y sólo a través de sus padres, sobre todo a causa del afán desmedido de control y protección de su madre que anda siempre “barruntando catástrofes”. En la parte opuesta a Brooklyn se encuentra Manhattan, “una isla en forma de jamón con un pastel de espinacas en el centro que se llama Central Park. Es un gran parque alargado por donde resulta excitante caminar de noche, escondiéndose de vez en cuando detrás de los árboles por miedo a los ladrones y asesinos que andan por todas las partes...”. El bosque de la fábula tradicional de Perrault es sustituido con ironía por Central Park que, no obstante su fama, no es de hecho – en la apreciación de la protagonista- peligroso para los niños, sino una mera concreción física del lugar donde es posible vivir una excitante aventura. “Pero a las personas mayores no se les ve alegría en la cara cuando cruzan el parque velozmente en taxis (...). Y los niños, que son los que más disfrutarían corriendo esa aventura nocturna, siempre están metidos en sus casas viendo la televisión, donde aparecen muchas historias que les avisan de lo peligroso que es salir de noche.”
En Manhattan se encuentra la estatua de la Libertad que de noche se duerme ante la indiferencia general. Pero los niños de Brooklyn no duermen, “….piensan en Manhattan (…) y su barrio les parece un pueblo perdido donde nunca pasa nada. (...) Y es que cuando la estatua de la Libertad cierra los ojos, les pasa a los niños (...) la antorcha de su vigilia. Pero esto no lo sabe nadie, es un secreto. Tampoco lo sabía Sara Allen...”.
Por el lector parece percibirse la existencia en la historia de algo mágico no concretado que, sin embargo, es inicialmente dejado en suspenso para volver a subrayar la rutina de la vida cotidiana. El padre de Sara es fontanero y la madre –Vivian- trabaja como enfermera en un hospital cuidando ancianos y disfruta preparando una exquisita tarta de fresas -motivo de orgullo frente a terceros-, preparada conforme a una receta secreta de familia. Tarta de fresas de la que, todos los sábados, llevarán una a la abuela de Sara y que para nuestra pequeña protagonista pasará a representar la manifestación de una fastidiosa costumbre con pérdida de cualquier otro significado.
La
abuela materna de Sara se llama Rebeca Little y vive sola en Manhattan, en el
barrio de Morningside. Se trata de una
mujer liberal, extrovertida, original,
ex cantante de music-hall conocida con el pseudónimo de Gloria Star y, en los últimos
tiempos, olvidadiza (pero solo porque “a fuerza de no contar las cosas, la memoria
se oxida” ).
La abuela de Sara es el contrapunto de su hija Vivian, con quien no se entiende. Sara experimenta fascinación por su abuela y todo lo que guarda relación con la misma, mientras que entre la madre y la abuela de Sara se genera cierto antagonismo por el afán de la primera de controlar a la segunda y su disconformidad con el género de vida que lleva esta última. Sara no ha recibido mucha información sobre la vida no sujeta a ataduras de su abuela, censurada por Vivian, conociendo sólo algunos detalles a resultas de conversaciones espiadas a sus progenitores. A través de alguna de dichas conversaciones conoció en el pasado la existencia de un antiguo amigo/compañero de su abuela – Aurelio-, con cierta influencia en la conformación de la personalidad de Sara.
Aurelio – dueño de una librería- hizo llegar a Sara – lectora muy precoz y apasionada- algunos libros - Robinsón Crusoe, Alicia en el país de las maravillas, Caperucita Roja …- cuyos protagonistas fueron percibidos por la pequeña como seres libres, con capacidad para andar por todas partes solos sin la existencia de padres que los retengan, repriman o les prohíban actuar. La lectura de dichos relatos, al margen de hacer volar la imaginación de Sara, provocaron y provocan en ésta un fuerte sentimiento de envidia por la libertad de sus protagonistas. En el relato se refuerza la idea de la necesidad de experimentar el viaje que es la vida por uno mismo, y ello como requisito imprescindible para un adecuado desarrollo mental. La ilustración preferida de Sara es la que corresponde al encuentro de Caperucita Roja con el lobo".…En aquel dibujo, el lobo tenía una cara tan buena, tan de estar pidiendo cariño, que Caperucita, claro, le contestaba fiándose de él, con una sonrisa encantadora. Sara también se fiaba de él (...) era imposible que un animal tan simpático se pudiera comer a nadie. El final estaba equivocado. (...) Lo que menos le gustaba a Sara eran los finales”.
La abuela de Sara es el contrapunto de su hija Vivian, con quien no se entiende. Sara experimenta fascinación por su abuela y todo lo que guarda relación con la misma, mientras que entre la madre y la abuela de Sara se genera cierto antagonismo por el afán de la primera de controlar a la segunda y su disconformidad con el género de vida que lleva esta última. Sara no ha recibido mucha información sobre la vida no sujeta a ataduras de su abuela, censurada por Vivian, conociendo sólo algunos detalles a resultas de conversaciones espiadas a sus progenitores. A través de alguna de dichas conversaciones conoció en el pasado la existencia de un antiguo amigo/compañero de su abuela – Aurelio-, con cierta influencia en la conformación de la personalidad de Sara.
Aurelio – dueño de una librería- hizo llegar a Sara – lectora muy precoz y apasionada- algunos libros - Robinsón Crusoe, Alicia en el país de las maravillas, Caperucita Roja …- cuyos protagonistas fueron percibidos por la pequeña como seres libres, con capacidad para andar por todas partes solos sin la existencia de padres que los retengan, repriman o les prohíban actuar. La lectura de dichos relatos, al margen de hacer volar la imaginación de Sara, provocaron y provocan en ésta un fuerte sentimiento de envidia por la libertad de sus protagonistas. En el relato se refuerza la idea de la necesidad de experimentar el viaje que es la vida por uno mismo, y ello como requisito imprescindible para un adecuado desarrollo mental. La ilustración preferida de Sara es la que corresponde al encuentro de Caperucita Roja con el lobo".…En aquel dibujo, el lobo tenía una cara tan buena, tan de estar pidiendo cariño, que Caperucita, claro, le contestaba fiándose de él, con una sonrisa encantadora. Sara también se fiaba de él (...) era imposible que un animal tan simpático se pudiera comer a nadie. El final estaba equivocado. (...) Lo que menos le gustaba a Sara eran los finales”.
Sara había recibido
también de Aurelio un plano muy
detallado de Manhattan, habiendo
aprendido, observándolo, que Manhattan era una
isla; detalle éste muy importante
para Sara porque el País de Nunca Jamás de sus fantasías tomará cuerpo en ese espacio físico real donde
la posibilidad de vivir una aventura se hace factible. Atrapada en una
vida gris, Sara juega
con las palabras, inventando
algunas nuevas para interpretar y expresar sus emociones y, de ese modo,
crear un mundo a su gusto; una
expresión en particular
–miranfù- se convierte en su preferida y es utilizada para expresar
“ va a pasar algo diferente” o “ me voy a llevar una sorpresa”. Con esta palabra mágica pretenderá Sara
cambiar la realidad.
Partiendo del
planteamiento anterior, la autora
-Carmen Martín Gaite- pone en
marcha los engranajes de la aventura que
se inicia cuando la pequeña Sara, aprovechando un luctuoso
acontecimiento familiar -que hace que
sus padres tengan que desplazarse
a otra ciudad-, es dejada al
cuidado de una tercera persona de cuya vigilancia/supervisión es capaz de
zafarse, escapándose de casa para
llevar a su abuela la tarta de fresa que había elaborado su madre antes de partir.
La autora parece respetar inicialmente - aún
con la
alteración temporal y de
localización de historia y
personajes- la estructura esencial del cuento/fábula del que toma
prestado parte del título, aunque el lector pronto descubrirá que , más allá de un
cierto aire familiar en alguno de los personajes , no nos encontramos con una nueva versión actualizada del cuento, sino
con una provocación de la autora al lector moviéndole a una involuntaria comparación de la nueva historia con la fábula original
al objeto, como si de un pasatiempo se tratara, de ir evidenciando las diferencias sustanciales en el relato.
En nuestra historia aparecen
cinco personajes
relacionados con el cuento
tradicional, amén de otros que, careciendo de dicha conexión, se manifiestan como meros
actores secundarios de
escasa relevancia. Así, los primeros personajes citados son Sara Allen ( la nueva caperucita), su madre
( Vivian) y su abuela ( Rebeca Little)
- ya descritos en la fase inicial
previa a la puesta en marcha de la trama relativa a la aventura en sentido estricto- a los que hay que añadir los
correspondientes a Miss Lunatic
( trasunto de la libertad o el espíritu libre , del que es ejemplo la
abuela) y Edgar Woolf ( el Dulce Lobo).
En lo que afecta al desarrollo de la trama de la
aventura, en su trayecto a casa de su
abuela, Sara se desvía atraída por el encanto de lo prohibido representado
por Central Park ( a modo de
bosque encantado), si bien,
antes de llegar, experimentará
un sentimiento de miedo a la libertad
del que será rescatado por el
personaje de Miss Lunatic, una mujer vieja, vestida de harapos, que arrastra
un cochecillo de bebé antiguo y raído donde guarda sus pertenencias , sin preocuparse del dinero, con capacidad de cambiar la vida a las personas; Sara descubrirá por casualidad que Miss Lunatic es el espíritu de la libertad , la musa
del autor de la estatua existente en honor de la misma en Manhattan
- donde vive de día-, firmando con dicho personaje un pacto de sangre en el
marco un acuerdo que reivindica
la conquista de la libertad individual.
Asimismo, y de forma indirecta,
Sara entrará en contacto con
Edgar Woolf, conocido
( por un negocio que explota)
como el Dulce Lobo; este personaje, obsesionado por el éxito en sus negocios y con un solo
amigo, comprende, en la persecución de su objetivo de lograr la receta perfecta
de una tarta de fresa que haga
más relevante su negocio, la
insustancialidad del sacrificio
de determinados valores de cara
a la consecución del éxito, accediendo,
con excusas, a la vivienda de la abuela
( adelantándose con engaños a Sara) con la que, desde la admiración, alcanzará
la felicidad.
En el juego de búsqueda de
las diferencias el lector
descubrirá que, a diferencia de lo que sucede
en fábula original: Caperucita
tiene una mala relación con su madre;
la libertad y curiosidad no se ven penalizadas; el “bosque” no siempre es un lugar de pérdida sino de encuentro y punto de
partida de la aventura; el lobo no es malo sino
“dulce” y alcanza la felicidad junto con la abuela; no hay un salvador externo sino que la propia conquista de la libertad
otorga la redención de los personajes ;
la protagonista no retorna a
casa sino que, como se refleja al final del relato, desafiando
la lógica y huyendo de la rutina de lo
cotidiano, se lanza - gritando su
palabra talismán , “ Miranfú- por la boca de un pasadizo que conduce a la
morada diurna y secreta de Miss Lunatic para
alcanzar la libertad.
La lectura
de esta obra (desarrollada, en
gran parte, como un relato llevado a cabo por un narrador omnisciente, con limitado recurso al diálogo) puede
suscitar la reflexión, sobre todo en el
lector joven, sobre la
soledad, la fantasía, la voluntad, la libertad y la necesidad de que
cada uno determine en gran parte su lugar y conducta.
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