Axel Ramírez Vitoria/ Memorias
de una vaca, de Bernardo
Atxaga (pseudónimo de
José Irazu Garmendia), es una novela infantil-juvenil que, en clave
de fábula y con mucha ironía, el escritor plantea eternos
dilemas sobre los que los jóvenes lectores comienzan a reflexionar.
Lejos de ofrecer
moralejas baratas y unívocas, el escritor decide trasportar al
joven a la gris realidad del mundo rural del País Vasco en la
inmediata posguerra. De la mano de Mo, la vaca protagonista,
intentará desvelar los secretos que esconden el conflicto soterrado.
Por el camino, descubrirá qué es ser “una vaca”, el ser humano:
el constante estado de duda.
Lenguaje sencillo, narración compleja
A la vez que aborda ideas
cada vez más complejas y adultas, Atxaga recurre a un estilo
mixto: por un lado, conserva características de la literatura
juvenil, como el léxico simple, el registro coloquial (para
campesinos y vacas), el uso de onomatopeyas (el “karral” para
asemejar toda enunciación alemana), diálogos constantes, escenas de
acción y persecución cada cierto tiempo para amenizar la lectura e
imprimirle tensión, humor y figuras retóricas sencillas, como el
símil, la metáfora, sencillas sinestesias (como cuando asemeja el
alma al sonido de campanas o becerros) o la reiteración de frases y
palabras para evocar la forma en que las vacas rumian los
pensamientos igual que la comida. A su vez, como un cuento, se aborda
desde una perspectiva costumbrista que deviene historia de
misterio.
Por otro lado, desde el
punto de vista narrativo, la complejidad es mayor y
requiere un esfuerzo por parte del lector. El libro está escrito
como si la misma protagonista escribiera sus memorias sobre la marcha
(narrador protagonista), sin corregir ni revisar la cohesión,
por lo cual incorpora flashbacks, divagaciones, incisos y
elipsis. Especial atención merecen los fragmentos intercalados de Mo
con Bernadette, su nueva dueña. Por otro lado, a esta dificultad
creciente debemos sumarle el empleo del lenguaje figurado y la
ironía, un tipo de humor que puede escaparse a los lectores de
edades más tempranas.
Mención aparte merece el
uso de extranjerismos galos y, sobre todo, la alusión
frecuente del intertexto
del lector en la forma de dichos y poemas
tradicionales, muchos de ellos transfigurados en máximas
bovinas. Estas expresiones y vocablos permiten trabajar con los
significados, relacionar con refranes y proverbios hermanos y
progenitores e incorporarlos al registro del joven lector. Sin
embargo, el mayor potencial didáctico se encuentra en los temas que
trata la obra.
Saludable conflicto
Uno de los recursos
principales sobre los que se vertebra la obra es la oposición de
dos realidades en principio antepuestas: la razón contra el
espíritu, la fe contra la incredulidad, lo material contra la mente,
el corto contra el largo plazo, la satisfacción física contra la
mental o la seguridad, la indolencia y resignación contra la
rebeldía, la sabiduría (tristeza) contra la vida sencilla
(felicidad), lo natural contra lo artificial...
Atxaga se vale de
Bernadette, la nueva dueña de Mo, que representa la fe simplona y
muy inocente, El Pesado o conciencia de Mo, que aboga por lo natural,
la seguridad y el deleite mental y la propia Mo, práctica y mundana.
De esta forma, exponiendo ideas de unos y de otros, alabando en
ciertos pasajes sus virtudes y mofándose en otros de sus defectos,
el escritor presenta al lector varias posibilidades y argumentos.
Independientemente de lo que hagan los personajes, obliga en cierta
manera al lector a tomar partido, decantarse por un bando u
otro.
Este permanente conflicto
es una de las mayores virtudes de “Memorias de una vaca”, ya que
apela a un público al que exige valorar posiciones y reflexionar
sobre temas de interés.
La diferencia como tema central
Algunos de estos temas de
potencial interés para el lector adolescente son la aceptación
de las diferencias y de uno mismo y la libertad. Muchos
personajes reniegan de su propia naturaleza, se rebelan contra el
orden establecido o vilipendian uno u otro animal o posición. Sin
embargo, a través de Mo, que ya es vieja y mucho más sabia, Atxaga
descubre al lector la ligereza de sus prejuicios iniciales y muestra
que ser libre es elegir. Y lo consigue a través de situaciones de
gran carga simbólica que invitan a la introspección.
Por ejemplo, la forma en
que La Vache qui Rit, que siempre se había sentido libre, con
corazón salvaje, acaba renegando de su condición vacuna para unirse
a un grupo de jabalíes, dejando sola a Mo, puede interpretarse de
varias maneras: ¿Es una alegoría
de las bandas juveniles? ¿O acaso se trata de una vaca
que “sale del armario”, trata de la homosexualidad? ¿Alude
a la pérdida progresiva de las amistades
por diferentes intereses? Mo decide seguir siendo una vaca...
¿acaso ha madurado?
A través de este y otros
capítulos, se repite a su vez la idea de que que todos tienen su
lugar, que cabe encontrar
gratas sorpresas en las situaciones más miserables
y que pese a las taras, toda persona tiene
cualidades envidiables.
Así, el docente puede recomendar este libro para trabajar la
tolerancia. Pero no sólo sirve de trampolín para tratar actitudes y
valores, también encierra lecciones de historia.
La posguerra como marco
Los
años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil Española
en los montes vascos conforman el contexto de las memorias de Mo. De
esta forma Atxaga integra en el relato la carestía, la represión,
el sabotaje y lucha encubierta de los maquis, la vigilancia entre
vecinos, las consecuencias de la guerra, los beneficios de aquellos
que colaboraron con el régimen fascista, el exilio... Además, alude
a la Segunda Guerra Mundial y el papel del ejército germano en
tierras españolas.
De
igual manera que con otros asuntos, estas ideas se abordan de
manera tanto figurada como directa. Por ejemplo, los maquis
terminan huyendo a Francia pero... ¿no es cierto que Mo escribe
desde allí? ¿Está exiliada también? Si es así, sobre volver a su
granja natal... ¿Acaso no han matado a todas sus compañeras ya,
todo es diferente? ¿No huyen ella y La Vache qui Riu a los bosques y
montes, como los maquis, escapando de los viles campesinos? Si el
señor Otto es un agente infame de Alemania... ¿No representa la
monja Bernadette la salvación del exilio francés?
Época
y lugar pueden despertar el interés del lector y servir para
comenzar a tratar la conflagración desde otros puntos de vista,
sumando a su utilidad didáctica. Sin embargo, diferencia y
Guerra Civil distan de ser las únicas cuestiones susceptibles de ser
trabajadas a través de la lectura de la obra.
Multitud de temas de interés
De
manera similar a ambos pilares centrales, Memorias de una vaca
encierra decenas de temas que llamarán la atención del
lector adolescente, intrigarán y pueden servir de punto de partida
para profundizar sobre ellos: la defensa de los amigos, la soledad,
la venganza, la pena capital, el miedo, el aburrimiento, el maltrato
animal, el maltrato psicológico y físico, la falta de empatía, el
matrimonio, el amor no correspondido, la condición social de las
mujeres en aquella época, las obligaciones familiares, la
inmadurez...
Especial
interés merecen conceptos secundarios como el crecimiento
personal. A medida que Mo crece, va ganando en sabiduría, sí,
pero también en añoranza, melancolía, y decepciones. Este
paralelismo apela a la pérdida de la inocencia del adolescente, que
asume cargas, responsabilidades y malas experiencias. Aunque Atxaga
refleja también la evolución personal (“de Alfa a Omega”).
De
igual manera, incluye ciertas alusiones a la locura, como los
delirios visuales de Mo en su soledad o su posterior interpretación
de El Pesado, que califica de doble personalidad. También menciona
en diversas ocasiones que Bernadette y La Vache no son cabales y que
sólo ha trabado amistad con locos. ¿Quizás todos estemos locos, a
su manera?
Duda terapéutica
Otra
duda más en un mar de preguntas, esta obra las arroja en olas contra
el lector. Es más, el libro menciona la inseguridad final, el no
saber cuándo se va a acabar, para reafirmar que siempre se está
aprendiendo. Memorias de una Vaca invita a la libre
reflexión sobre cuestiones vitales, lingüísticas,
históricas... una reflexión que enriquece y que ofrece infinidad
de posibilidades didácticas.
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