miércoles, 30 de enero de 2013

Campos de fresas



Noche de Éxtasis

Campos de fresas es, sin duda, una de las obras que mayor popularidad ha alcanzado entre los adolescentes. De hecho, es, y muy probablemente seguirá siéndolo, una de las lecturas más recomendadas en la ESO. Su historia (próxima a la realidad de los jóvenes de ayer y de hoy), su lenguaje sencillo y cercano, su estructura -constituida por episodios breves que van marcando una secuencialidad en el tiempo, una cuenta atrás- que ayuda a mantener en alerta la atención de un lector que queda atrapado desde la primera página, desde el momento en que descubre que algo malo le ha sucedido a una chica de 17 años y que por tanto, tiene que conocer el desenlace.

Jordi Sierra i Fabra es el autor de esta novela de mensaje directo para todos esos “niños” que arrastrados por la corriente de una presunta y malintencionada modernidad, o que invadidos por el deseo de “hacerse mayores” sin pasar por un necesario proceso intermedio, caen inmersos en una espiral de descontrol y desenfreno de la que sólo se puede salir si es uno mismo el que lucha y se impone a ello. Vivir, por tanto, ¡Sí!, pero vivir siendo conscientes de que lo más preciado es la vida misma. Y esa es la gran reflexión que plantea Campos de fresas.

Luciana es la gran protagonista de esta historia, el eje en torno al cual gira toda la trama. Esta adolescente tenía todo lo importante para sentirse plena y feliz: una familia que la arropaba, su grupo de amigos y su novio; además de ser una chica inteligente, guapa y divertida; sin embargo, todo parece evaporarse en un abrir y cerrar de ojos tras una fatídica noche en la que decide, junto a su pandilla, experimentar las posibilidades de un nuevo mundo: el mundo de las drogas, en el que todos entran por curiosidad y ya nunca saben cuándo van a salir.

Luciana cae desplomada en el centro de la pista tras sufrir un golpe de calor a consecuencia de un éxtasis. Mientras, a su alrededor, todo sigue vibrando al ritmo de una música estridente, ajenos todos a una realidad que bien podría haber sido la de cualquiera de ellos. Luciana entra en coma y a partir de este momento la vida de quienes la rodeaban y más la querían, ya no volverá a ser la de antes.

Asustados y paralizados por el shock Cinta, Máximo y Santi, sus amigos, asumirán las consecuencias de lo ocurrido y con ello, su culpabilidad, pues ellos también incurrieron en el mismo error que Luciana. Y aquello que horas antes les había simulado el paraíso (luces de neón, gente bailando desinhibida, música elevada y minutos y minutos por delante de loca y agitada diversión) les parecía ahora un mundo extraño y casi surrealista. Habían pasado, sin casi apenas darse cuenta, de niños a adultos. Un paso de gigante que nos invita a pensar que ciertamente los adolescentes, o tal vez las personas en general, maduran a base de golpes, y eso es lo realmente preocupante y triste, que a veces tienen que suceder cosas indeseables para conseguir despertar de su letargo a la sociedad.

Y es que la nuestra es la cultura del individualismo, en la que mientras no seamos los directamente implicados todo marcha bien, cuando la realidad es que estamos expuestos al riesgo en multitud de ocasiones, a veces consciente y otras, inconscientemente. Pero tal vez nos hayan enseñado así y ahora ya hemos interiorizado que necesitamos de una dura advertencia para empezar a reaccionar.

Eloy, el novio de Luciana, se presenta ante los ojos del lector como el joven responsable, pues mientras sus amigos disfrutaban de la noche del viernes, él estaba en casa estudiando para sus exámenes. Sin embargo, tras haber juzgado a sus amigos por lo ocurrido, se da cuenta de que él hubiese actuado del mismo modo, arrastrado a subirse en el mismo vagón que en de la mayoría para evitar sentirse como el extraño (“¿A quién quería engañar? Máximo tenía razón: Luciana era tozuda. Se habría tomado aquella cosa igualmente. Y probablemente él también lo hubiera hecho, para no parecer idiota, para acompañarla en todo”. Pag.59).

En Eloy vemos reflejada la pasión genuinamente adolescente del primer amor, vivido con arrolladora intensidad, como si el mundo, su mundo, empezara y terminara cada día en esa persona a la que aman. (“Estaba en casa de Alfredo, uno un poco pirado, y oyó decir que iba a llegar <<la Karpov>>. Pero aun antes de saber que era ella, ya se había enamorado. Desde el momento en que entró en la casa se le paró el corazón en el pecho (…). Ya eran novios, pero él quería el compromiso definitivo, para empezar a hacer planes”. Pag 58 y 59).

Loreto, la inseparable amiga de Luciana, tampoco salió aquella fatídica noche, pues su enfermedad: la bulimia, la estaba dejando ya sin apenas fuerzas para sostenerse en pie. Los médicos se lo habían avisado en reiteradas ocasiones, pero esta iba a ser la última: si no afrontaba su problema y empezaba a poner de su parte, se moriría. Pero, ni sus padres (volcados en tratar de ayudarla), ni los médicos, ni el reflejo de su estremecedora silueta en el espejo habían conseguido asustarla hasta el punto de hacerle reaccionar, pero bastó ver a su gran amiga en ese profundo estado de debilidad, debatiéndose entre la vida y la muerte y luchando por sobrevivir, para que ella se decidiera a querer salir del pozo en el que estaba sumida. (“(…) Quiero que sepas que hoy no he vomitado. ¿Qué te parece? No he vomitado, y lo he hecho por ti, créeme. Por ti (…) Hagamos un pacto, ¿vale? Un pacto. Yo comeré, aunque estalle (…) pero tú tienes que seguir viviendo para estar a mi lado”. Pag.101).

Una familia unida ante el dolor y la desesperanza, un grupo de amigos abocados a convertirse en adultos sin filtros intermedios, una vida que podía haber sido truncada como resultado de una grave irresponsabilidad, etc. estos son los temas que constituyen el esquema matriz de esta obra que invita a la reflexión en muchos momentos, como podría ser el de cuestionar la ética profesional del periodista, que no duda en colarse en la habitación para fotografiar a la joven en coma y conseguir así su exclusiva, sea con fines bien intencionados o no, cabría preguntarnos ¿dónde están los límites?

Si algún día tengo la maravillosa oportunidad de ejercer como profesora, sí recomendaré la lectura de esta obra a mis alumnos porque Campos de fresas, inspirada en un caso real, es el vivo reflejo de una realidad que desafortunadamente, nunca pasa de moda. Y aunque el final de la misma es feliz, la vida nos demuestra día a día que no siempre los desenlaces terminan como en los cuentos.

AIDA PASTOR BENEYTO

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