martes, 29 de enero de 2013

EL HOMBRECITO VESTIDO DE GRIS


En su obra El hombrecito vestido de gris,   Fernando Alonso narra varias historias,  entretenidas  y atractivas, entre las cuales quiero destacar la que da título  a la obra (puesto que es la que más me ha gustado).


A través de un relato breve - con léxico  sencillo, expresivo y gráfico-, el autor refiere   la historia de un hombre  gris (asociándose  a este último término la significación  de carente de  atractivo y singularidad), atrapado    en  un mundo y por  una realidad que le condiciona hasta el extremo de  hacerle ocultar o disimular el  potencial interno  que le conferiría individualidad frente al resto; dicha labor de           ocultación/ disimulo, con represión  de  deseos y anhelos, se representa en la   obra, por un  lado, por la descripción  externa del personaje (hombre que siempre iba vestido de gris...tenía un traje gris...un sombrero gris...una corbata gris...un bigotito gris…) y , por otro, por  el abandono   del mismo  a la rutina, con mimética repetición, día tras día, de   actividades.  Este hombrecito, al que poco a poco se le contagia el gris en la mirada, oculta   un anhelo , a saber, llegar a ser cantante de ópera  para alcanzar   la fama, llenando  con ello de  color  su vida;  de vez en cuando da rienda  a  su anhelo de cantar , de hacer algo diferente  que le dote de singularidad, siendo reprimido por su entorno  (vecinos, jefe, etc.), por lo que   el protagonista de la historia decide  atarse un pañuelo a la cabeza sujetando la mandíbula  para, simulando  un  eterno dolor de muelas, no volver  a  cantar nunca más, sacrificando su singularidad en aras a la elusión del reproche de la sociedad.

La historia termina  inicialmente así, reflejando  las dificultades para llegar a ser uno mismo  en una sociedad poco respetuosa con la  singularidad  más allá de los supuestos en los que la misma  venga asociada   al éxito, riqueza o poder. Pero en este caso , el autor   del relato  ofrece un final alternativo (el hombrecito  es descubierto  y alcanza el éxito como cantante) para aquellas personas que puedan preferir un final feliz.

 
El hecho de ofrecer dos finales diferentes fue lo que más me llamó la atención,   prefiriendo, sin duda,  el final triste, no por lo que supone de renuncia a los propios anhelos, sino porque refleja mejor la  realidad   sobre  los posibles condicionamientos y consecuencias del desarrollo o no de la propia personalidad, sin crear  falsas expectativas  de un final  que no siempre, y a despecho de la actuación de cada uno, aparece como necesariamente feliz.

 
Cuando  el autor acaba   la historia   con   el segundo final,   remarca la palabra fin  entre signos    de interrogación. A través   de dicho artificio podríamos considerar   la   posibilidad de que el autor  haga un guiño al lector  invitándole no solamente  a elegir entre los finales propuestos, sino , incluso, a idear su propio final  en un mundo  que , entre el blanco y el negro, permite una  amplia gama de grises.


Alonso escribe el cuento y su primer final con la intención de mostrar la vida en sus más lúgubres colores, reflejándolo de forma óptima  desde el principio, y ello con esa melodía que caracteriza toda su obra. El lector disfruta de la lectura de este cuento viéndose, sin embargo,  involucrado en  una reflexión sobre el valor de la existencia, la importancia de los actos propios y ajenos, y de  las consecuencias asociadas a los mismos en  aras a la propia realización personal  y consecución de la felicidad.

En esta línea se encuentra esta colección de cuentos donde los jóvenes  lectores pueden reflexionar sobre los problemas de convivencia, la solidaridad, las actitudes autoritarias... partiendo de situaciones muy imaginativas. Descubrir el mensaje de cada historia y relacionarlo con alguna experiencia propia puede ser una tarea interesante para realizar con los alumnos.

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