En su obra El hombrecito vestido de
gris, Fernando Alonso narra varias
historias, entretenidas y atractivas, entre las cuales quiero
destacar la que da título a la obra
(puesto que es la que más me ha gustado).
A través de un relato breve - con léxico sencillo, expresivo y gráfico-, el autor refiere la historia de un hombre gris (asociándose a este último término la significación de carente de atractivo y singularidad), atrapado en un mundo y por una realidad que le condiciona hasta el extremo de hacerle ocultar o disimular el potencial interno que le conferiría individualidad frente al resto; dicha labor de ocultación/ disimulo, con represión de deseos y anhelos, se representa en la obra, por un lado, por la descripción externa del personaje (hombre que siempre iba vestido de gris...tenía un traje gris...un sombrero gris...una corbata gris...un bigotito gris…) y , por otro, por el abandono del mismo a la rutina, con mimética repetición, día tras día, de actividades. Este hombrecito, al que poco a poco se le contagia el gris en la mirada, oculta un anhelo , a saber, llegar a ser cantante de ópera para alcanzar la fama, llenando con ello de color su vida; de vez en cuando da rienda a su anhelo de cantar , de hacer algo diferente que le dote de singularidad, siendo reprimido por su entorno (vecinos, jefe, etc.), por lo que el protagonista de la historia decide atarse un pañuelo a la cabeza sujetando la mandíbula para, simulando un eterno dolor de muelas, no volver a cantar nunca más, sacrificando su singularidad en aras a la elusión del reproche de la sociedad.
La historia termina inicialmente así, reflejando las dificultades para llegar a ser uno mismo en una sociedad poco respetuosa con la singularidad más allá de los supuestos en los que la misma venga asociada al éxito, riqueza o poder. Pero en este caso , el autor del relato ofrece un final alternativo (el hombrecito es descubierto y alcanza el éxito como cantante) para aquellas personas que puedan preferir un final feliz.
El hecho de ofrecer dos finales diferentes fue lo que más me llamó la atención, prefiriendo, sin duda, el final triste, no por lo que supone de renuncia a los propios anhelos, sino porque refleja mejor la realidad sobre los posibles condicionamientos y consecuencias del desarrollo o no de la propia personalidad, sin crear falsas expectativas de un final que no siempre, y a despecho de la actuación de cada uno, aparece como necesariamente feliz.
Cuando el autor acaba la historia con el segundo final, remarca la palabra fin entre signos de interrogación. A través de dicho artificio podríamos considerar la posibilidad de que el autor haga un guiño al lector invitándole no solamente a elegir entre los finales propuestos, sino , incluso, a idear su propio final en un mundo que , entre el blanco y el negro, permite una amplia gama de grises.
Alonso escribe el cuento y su primer
final con la intención de mostrar la vida en sus más lúgubres colores,
reflejándolo de forma óptima desde el
principio, y ello con esa melodía que caracteriza toda su obra. El lector
disfruta de la lectura de este cuento viéndose, sin embargo, involucrado en
una reflexión sobre el valor de la existencia, la importancia de los
actos propios y ajenos, y de las
consecuencias asociadas a los mismos en
aras a la propia realización personal
y consecución de la felicidad.
En esta línea se encuentra esta colección de cuentos donde los
jóvenes lectores pueden reflexionar
sobre los problemas de convivencia, la solidaridad, las actitudes
autoritarias... partiendo de situaciones muy imaginativas. Descubrir el mensaje
de cada historia y relacionarlo con alguna experiencia propia puede ser una
tarea interesante para realizar con los alumnos.
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