Escenarios Fantásticos, de Joan Manuel Gisbert.
Nieves Castells.
Escenarios Fantásticos, de Joan Manuel Gisbert. 1979. Editorial Labor, Barcelona. Colección Bolsillo Juvenil. 4ª Edición: 1985.
Premio Nacional C.C.E.I. 1979
Ilustraciones de Miguel Calatayud.
Joan Manuel Gisbert nos presenta un relato a caballo entre la ciencia-ficción y la fantasía, cuya complicación de la trama y de los elementos narrativos que la componen va en aumento conforme avanza la obra.
El libro se divide en tres capítulos, cada uno con independencia narrativa de los otros, pero todos ellos unidos por una línea argumental.
La primera parte, Los jardines del dirigible, está narrada en tercera persona por (quien en principio parece) el autor-narrador omnisciente.
Nos presenta a Dionisio Leganés, un funcionario jubilado amante de las maquetas a escala y las novelas policíacas. Dionisio pasa sus días contemplando a través de su ventana, la demolición de una vieja fábrica a la que tiene especial cariño, así que, para recordarla en todo su esplendor decide crear una maqueta del edificio. Disfruta de ella, inventa historias detectivescas con la fábrica en miniatura como escenario, y cuando decide que ha llegado el momento de deshacerse de ella, la entierra en el solar donde antes había estado la vieja fábrica. Hasta aquí, todo transcurre más o menos por los cauces de la realidad, hasta que a la mañana siguiente, el señor Leganés descubre que el edificio de la fábrica original está intacto y con la imagen esplendorosa que tenía en el momento en que fue construido allá por el siglo XIX. Sin embargo el edificio es intangible, se pueden atravesar sus paredes. Es… un espejismo.
Ante la perplejidad de la población, un forastero, Demetrius Iapotec, dice tener la solución al problema porque él es un mago teatral domador de espejismos. Se concentran una masa de habitantes curiosos y un gran número de medios de comunicación para cubrir la noticia. Tras una operación de gran envergadura que incluye artilugios fantásticos, pompas de jabón y un dirigible, Demetrius Iapotec consigue atrapar el espejismo de la fábrica y se aleja volando con él.
En esta parte del texto, todos los acontecimientos los observamos a través de los ojos de Dionisio Leganés. Sin embargo, en la segunda parte, titulada La danza de las imágenes gigantes, el periodista Nathaniel Maris se nos presenta en primera persona y pasa a convertirse en el narrador del resto del relato, dándonos a entender también (por algunas notas a pié de página creadas por el mismo Nathaniel, con las que Gisbert riza el rizo de la metaliteratura) era él el narrador del primer capítulo.
Nathaniel Maris nos explica que es un periodista especializado en temas relacionados con lo imaginario y lo fantástico y que, tras presenciar la captura del espejismo de la fábrica, decidió investigar a Demetrius Iapotec. Siguiendo su pista, presenció unos terribles acontecimientos que dice, nos relatará más tarde y pasa a mostrarnos unos fragmentos de un diario de Iapotec que consiguió rescatar del desastre (los “terribles acontecimientos”).
Los fragmentos de dicho diario presentan una tipología de letra diferente, por lo que no resulta complicado identificarlos.
En ellos, el mago (que pasa a ser el narrador en primera persona) nos describe algunas técnicas para atrapar espejismos: “método del globo de aire dibujado”, “método del espejo tragón”, “método de la lluvia de arena (indicado para espejismos de desierto)”, “método del agua voladora (muy indicado para espejismos marinos)”, “método de la aeropista de colores”, etc.
Nathaniel nos relata cómo siguió al domador de espejismos y a su equipo hasta una localización en las montañas donde guardaba todos los espejismos que había capturado. La intención del mago era crear el Gran Teatro Mundial de los Espejismos, y su primer espectáculo llevaría por nombre “La Danza de las Imágenes Gigantes”. El periodista, disfrazado de niebla, se esconde dentro del teatro desde donde observa un ensayo general y queda absolutamente extasiado por las imágenes que contempla: “el ballet de las ballenas azules”, “el iceberg en los mares del sur”, “el faro que despertó a los fantasmas”. Sin embargo, la aparición repentina de un volcán espejismo, destrozará el espectáculo y esparcirá todos los espejismos por el cielo, dando al traste con los sueños de Iapotec, que decide huir junto a su equipo. Nathaniel, único espectador de lo que allí sucedió, lo relató todo en su revista y siguió esperando unos años a encontrar un rastro que le volviera a llevar a Demetrius Iapotec. Hasta que un día, recibió una carta: El Profesor Apolonius Dragotev lo invitaba a la inauguración del Parque de Atracciones del Arco Iris.
La tercera parte, titulada El Parque de Atracciones del Arco Iris, continúa en el punto exacto donde termina el capítulo anterior. Nathaniel, siguiendo las instrucciones de la carta, se embarca en avión rumbo a París, donde confirmará sus sospechas: al llegar al Parque descubre que Apolonius es Demetrius Iapotec, que ha estado inventando una serie de atracciones fantásticas y delirantes.
En esta parte vuelve a tener lugar un salto temporal para relatar la huida de Iapotec del Gran Teatro. Nathaniel Maris nos describe los acontecimientos ocurridos desde la aparición del volcán de espejismos hasta el momento actual de la narración.
De vuelta al presente en el Parque de Atracciones, Iapotec le revela a Nathaniel Maris la existencia de un asesino, Buenaventura Mestres, antiguo enemigo de Iapotec, dentro del Parque y le confiesa que está dispuesto a arruinar la inauguración como venganza por una antigua afrenta. A partir de este momento Nathaniel, Iapotec y su equipo se embarcan en una persecución por todo el parque para averiguar el escondite del malhechor. Esta búsqueda dará al periodista la oportunidad de conocer y experimentar todas las atracciones de que dispone el Parque: “la máquina de fabricar cuentos” (gracias a ella, Gisbert nos presenta un juego de palabras que dará lugar a dos pequeños cuentos dentro del relato), “la cámara de las cosquillas”, “el túnel que lee los sentimientos”, “la música que llueve”, “el tobogán que llega al Centro de la Tierra” (con un cartel que reza: el tobogán que llega al Centro de la Tierra es un homenaje del Parque del Arco Iris a Julio Verne), “la pantalla mental”, “el teléfono que conecta con el misterio”, “los paracaídas de Ícaro”, “el laberinto de cristal invisible”, “natación en el aire”, “el juego del hombre-mosca”, etc. Gracias al ingenio de Nathaniel Maris y a los ingenios de Iapotec, lograrán dar caza al malvado Buenaventura Mestres e inaugurar el Parque del Arco Iris con un gran éxito de público.
Al final de la novela, encontramos la firma de Nathaniel Maris, periodista e investigador de lo imaginario y lo fantástico, dos palabras que definen perfectamente el relato.
A pesar de que la estructura pueda resultar complicada para un lector novel, las diferentes tipografías y las explicaciones dadas al principio de los cambios de narrador y de los saltos temporales, aclaran perfectamente lo que un principio podría parecer demasiado confuso.
La historia principal está repleta de pequeñas subhistorias que enriquecen el relato, haciendo posible que la imaginación del lector vuele hacia miles de “escenarios fantásticos”.
En cuanto al léxico, es sencillo, las oraciones son simples y carentes de excesivos retoricismos.
En el texto no encontraremos lirismo ni un lenguaje poético; su encanto procede de las miles de imágenes y situaciones fantásticas que nos ofrece, que la convierten en un verdadero canto a la imaginación. De hecho, Demetrius Iapotec dejó constancia de ello en su manuscrito perdido:
Lo que cuenta realmente es el poder de la imaginación, el deseo de ver cómo estas imágenes de ilusión, sin realidad material, evanescentes, pueden capturarse y transportarse. Ello es sólo posible en el mundo de las fábulas, en el reino mágico de las narraciones fantásticas.
Mi recomendación es que 12 o 13 años sería una edad adecuada para su lectura.
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